Reflexiones Pascua
No. 1 Y tu... ¿Qué haces ahí mirando al cielo?
Marzo 28
¿Qué más queremos oír? Vámonos dando un tiempo para
meditar y anunciemos lo que hemos vivido con Cristo resucitado.
Por: Ma Esther De Ariño
Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al
cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la
misma manera que lo han visto partir.
(Hechos de los Apóstoles 1, 11)
A estos hombres que veían como el Maestro, el amigo
Jesús, el resucitado de entre los muertos, el que había pasado cuarenta días
con ellos después de haberlo visto morir en la cruz un día viernes, hablando y
comiendo con ellos... se iba, como ya
les había dicho, terminada su misión a volver con el Padre... pero también que
un día volvería...
Acababan de recibir una llamada de atención. Ya no
podían "quedarse mirando al
cielo"
Había que dejar la contemplación, el estar
ensimismados, absortos, pensativos y ponerse alertas, decididos, enérgicos,
firmes, valientes e intrépidos. Así fue como comenzó todo.
¿No será eso mismo lo que Dios nos está pidiendo
aquí y ahora, en este momento de nuestras vidas, con las circunstancias en que
la vida nos ha colocado a cada quién ?
Quizá enfermos, quizá con una reciente pérdida, esa,
que tanto nos duele, con un serio
problema económico que nos quita el sueño, o tal vez porque somos muy jóvenes y tenemos ansias de
conquistar el mundo o porque estamos cansados, decaídos, tristes, porque
sentimos que los años ya nos pesan y tal vez porque estamos felices y tenemos
la alegría de vivir...
Cada quién
con su momento diferente pero todos con la misma misión.
¡Hoy, en la oficina, en el taller, en el hogar, en
la escuela, en la universidad, en el nuevo empleo, con los amigos, en las
reuniones familiares o sociales, en tantos lugares donde la vida nos pone,
podemos cumplir con esta misión que Jesús nos pidió al final de su paso por la
tierra.
También nos habló del Espíritu Santo: "pero
cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes los llenará de fortaleza y
serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos
rincones de la tierra".
Y vuelve a decir en el Evangelio: Me ha sido dado todo el poder en el cielo y
en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolos en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolos a cumplir todo
cuánto yo les he dicho; y sepan que YO ESTARÉ CON USTEDES TODOS LOS DÍAS, HASTA
EL FIN DEL MUNDO (Mt 28, 16-20)
Hay Sacramentos y ritos expresamente para los
sacerdotes y religiosos pero la firmeza en la vocación cristiana, la audacia en la confesión de la
fe y la enseñanza del amor a Dios y el seguir los pasos de Aquel que nos vino a
decir: Yo soy la Luz , yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” sabemos nos toca
a todos y cada uno de nosotros.
¿Qué más queremos oír? Vámonos dando un tiempo para
pensar, para meditar, en el torbellino y ruidoso mundo en que vivimos para
hacer conciencia de que ESO y solo ESO es nuestra misión, mientras caminamos
hacia la Casa del Padre.
Hace falta nuestro "granito de arena" para
que al final podamos decir:
¡Misión cumplida, Señor!
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Reflexiones Pascua
No. 2 Jesucristo, muestra de la misericordia del
Padre
No te preguntes ya, oh hombre, por qué tienes que
sufrir tú; pregúntate más bien por qué sufrió él.
Por: De los sermones de San Bernardo
Dios, nuestro Salvador; hizo aparecer su
misericordia y su amor por los hombres. Demos gracias a Dios, pues por él
abunda nuestro consuelo en esta nuestra peregrinación, en éste nuestro
destierro, en ésta vida tan llena aún de miserias.
Antes de que apareciera la humanidad de nuestro
Salvador, la misericordia de Dios estaba oculta; existía ya, sin duda, desde el
principio, pues la misericordia del Señor es eterna, pero al hombre le era
imposible conocer su magnitud. Ya había sido prometida, pero el mundo aún no la
había experimentado y por eso eran muchos los que no creían en ella. Dios había
hablado, ciertamente, de muchas maneras por ministerio de los profetas. Y había
dicho: Sé muy bien lo que pienso hacer con ustedes: designios de paz y no de
aflicción. Pero, con todo, ¿qué podía responder el hombre, que únicamente
experimentaba la aflicción y no la paz? "¿Hasta cuándo - pensaba- irán
anunciando: «Paz, paz», cuando no hay paz?" Por ello los mismos mensajeros
de paz lloraban amargamente, diciendo: Señor, ¿quién ha dado fe a nuestra
predicación? Pero ahora, en cambio, los hombres pueden creer, por lo menos, lo
que ya contemplan sus ojos; ahora los testimonios de Dios se han hecho
sobremanera dignos de fe, pues, para que este testimonio fuera visible, incluso
a los que tienen la vista enferma, el Señor le ha puesto su tienda al sol.
Ahora, por tanto, nuestra paz no es prometida, sino
enviada; no es retrasada, sino concedida; no es profetizada, sino realizada: el
Padre ha enviado a la tierra algo así como un saco lleno de misericordia; un
saco, diría, que se romperá en la pasión, para que se derrame aquel precio de
nuestro rescate, que él contiene; un saco que, si bien es pequeño, está
totalmente lleno. En efecto, un niño se nos ha dado, pero en este niño habita
toda la plenitud de la divinidad. Esta plenitud de la divinidad se nos dio
después que hubo llegado la plenitud de los tiempos. Vino en la carne para
mostrarse a los que eran de carne y, de este modo, bajo los velos de la
humanidad, fue conocida la misericordia divina; pues, cuando fue conocida la
humanidad de Dios, ya no pudo quedar oculta su misericordia. ¿En qué podía
manifestar mejor el Señor su amor a los hombres sino asumiendo nuestra propia
carne? Pues fue precisamente nuestra carne la que asumió, y no aquella carne de
Adán que antes de la culpa era inocente.
¿Qué cosa manifiesta tanto la misericordia de Dios
como el hecho de haber asumido nuestra miseria? ¿Qué amor puede ser más grande
que el del Verbo de Dios, que por nosotros se ha hecho como la hierba débil del
campo? Señor, ¿qué es el hombre para que le des importancia, para que te ocupes
de él? Que comprenda, pues, el hombre hasta qué punto Dios cuida de él; que
reflexione sobre lo que Dios piensa y siente de él.
No te preguntes ya, oh hombre, por qué tienes que
sufrir tú; pregúntate más bien por qué sufrió él. De lo que quiso sufrir por ti
puedes concluir lo mucho que te estima; a través de su humanidad se te
manifiesta el gran amor que tiene para contigo. Cuanto menor se hizo en su
humanidad, tanto mayor se mostró en el amor que te tiene, cuanto más se abajó por
nosotros, tanto más digno es de nuestro amor. Dios, nuestro Salvador -dice el
Apóstol-, hizo aparecer su misericordia y su amor por los hombres. ¡Qué grande
y qué manifiesta es esta misericordia y este amor de Dios a los hombres! Nos ha
dado una grande prueba de su amor al querer que el nombre de Dios fuera añadido
al título de hombre.
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Reflexiones Pascua
No. 3 ¡Madre, Yo Soy!
La sonrisa de María ha vuelto a su rostro, una
sonrisa que jamás se volvería a ir. Es la sonrisa de la Alegría Pascual.
Por: Sergio Rosiles, LC
El Shabbat había quedado atrás…
María finalmente fue presa del sueño. La noche
anterior le había sido imposible dormir. Su corazón oprimido por el dolor y su
mente confundida por pensamientos venidos de todas direcciones le habían
impedido alcanzar el mínimo de serenidad necesario para conciliar el sueño.
Pero a la noche siguiente el agotamiento la venció.
Cayó rendida en el cómodo diván que el bondadoso Nicodemo le había ofrecido al
acogerla en su casa después de la apresurada sepultura del cuerpo de Jesús.
Dormía plácidamente, recostada sobre su costado
izquierdo. Sería la tercera vigilia de la noche cuando Jesús se hizo presente
en aquella espaciosa habitación sin hacer el menor ruido. El Señor se acercó al
diván y se arrodilló ante María en profunda contemplación. Así pasó varios
minutos. No solo las madres observan extasiadas a sus bebés; también los hijos
agradecidos disfrutan velando el sueño apacible de sus padres. Era Dios
admirando a la más excelsa y pura de sus creaturas; era el Hijo contemplando a
la más tierna y generosa de las Madres.
El rostro de María aparecía lívido, como descolorido
por tantas lágrimas que habían corrido por él y, sin embargo, no perdía su
belleza virginal.
Jesús se acercó y depositó un beso en su sien derecha
al mismo tiempo que acarició reverentemente la cabeza de su madre con su mano
gloriosa. Y le susurró: “Madre, aquí estoy”.
¿Podía haberlo hecho de otra manera?
Este fue el momento de la Resurrección de María. Una
claridad enrojeció la cortina de sus párpados aún cerrados, hasta que comenzó a
abrirlos y vio el rostro radiante y sonriente de su hijo. Era una claridad que
no hería. No se sobresaltó; acaso pensara que todo era un sueño, pero muy
pronto se percató de que no lo era y se incorporó de golpe, quedando sentada en
el diván con los ojos bien abiertos. Jesús seguía de rodillas, con la más
hermosa de las sonrisas dibujada en su rostro sereno y luminoso.
“Madre, Yo Soy” (Ex 3, 14; Jn 8, 28), le dijo Jesús,
tomándola de las manos. El rostro de María resucitó y recobró su color rosáceo
como por arte de magia. Instintivamente María liberó sus manos de las de Jesús
para llevarlas al rostro de su hijo y lo acarició. Hasta ese momento la emoción
le había robado las palabras. Sólo pudo decir: “mi niño”. Las lágrimas
desbordaron los diques de sus párpados y comenzaron a deslizarse por su rostro;
eran lágrimas de un sabor muy distinto a todas las que había derramado el día
anterior.
Finalmente María rompió el éxtasis: “¿Pero,
cómo…?” Jesús se limitó a responderle:
“Madre, para esto he venido, para hacer nuevas todas las cosas. He triunfado
para siempre sobre la muerte y sobre el pecado. Todo empieza de nuevo...”
Ella no necesitaba explicaciones lógicas o
teológicas. Le era suficiente ver a su hijo vivo nuevamente. Fiel a su misión
de intercesora, comenzó a hablarle de la tristeza de Pedro, del abatimiento de
María Magdalena, del fin de Judas… de cómo se encontraban todos los demás. “No
te preocupes –le dijo Jesús, iré a buscarlos a cada uno de ellos, ahí donde se
encuentren. Y Judas… ten fe, está bien...”
Rayaba el alba y Jesús le dijo que debía irse a
buscar a sus amigos, pero se volverían a ver más tarde. Los dos se fundieron en
un abrazo que duró varios segundos; María recostó su cabeza sobre el hombro de
su hijo y Él la acarició nuevamente con nobleza y ternura. Jesús se fue
separando poco a poco, tomó el rostro de María con sus manos y la besó en la
frente. María tomó las manos de su hijo y por primera vez vio las huellas de su
pasión; reverentemente las besó como hace toda madre con las manos de su hijo
sacerdote. Jesús se puso de pie, se apartó un poco, y con una sonrisa pícara,
sin moverse, fue desapareciendo lentamente de su vista, ante la sorpresa de
María. Ella entonces cayó de rodillas y comenzó a orar como solía: “Magnificat
Anima mea Dominum…”
La sonrisa había vuelto a su rostro, una sonrisa que
jamás se volvería a ir. Era la sonrisa de la Alegría Pascual.
Sí, el Shabbat había visto su ocaso, y esta vez para
siempre. Había cedido su lugar al Dies Domini*…
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REFLEXIÓN DE PASCUA
No. 4 Jesucristo, muestra de la misericordia del Padre
Marzo 30
No te preguntes ya, oh hombre, por qué tienes que sufrir tú; pregúntate más bien por qué sufrió él.
Por: De los sermones de San Bernardo
Dios, nuestro Salvador; hizo aparecer su misericordia y su amor por los hombres. Demos gracias a Dios, pues por él abunda nuestro consuelo en esta nuestra peregrinación, en éste nuestro destierro, en ésta vida tan llena aún de miserias.
Antes de que apareciera la humanidad de nuestro Salvador, la misericordia de Dios estaba oculta; existía ya, sin duda, desde el principio, pues la misericordia del Señor es eterna, pero al hombre le era imposible conocer su magnitud. Ya había sido prometida, pero el mundo aún no la había experimentado y por eso eran muchos los que no creían en ella. Dios había hablado, ciertamente, de muchas maneras por ministerio de los profetas. Y había dicho: Sé muy bien lo que pienso hacer con ustedes: designios de paz y no de aflicción. Pero, con todo, ¿qué podía responder el hombre, que únicamente experimentaba la aflicción y no la paz? "¿Hasta cuándo - pensaba- irán anunciando: «Paz, paz», cuando no hay paz?" Por ello los mismos mensajeros de paz lloraban amargamente, diciendo: Señor, ¿quién ha dado fe a nuestra predicación? Pero ahora, en cambio, los hombres pueden creer, por lo menos, lo que ya contemplan sus ojos; ahora los testimonios de Dios se han hecho sobremanera dignos de fe, pues, para que este testimonio fuera visible, incluso a los que tienen la vista enferma, el Señor le ha puesto su tienda al sol.
Ahora, por tanto, nuestra paz no es prometida, sino enviada; no es retrasada, sino concedida; no es profetizada, sino realizada: el Padre ha enviado a la tierra algo así como un saco lleno de misericordia; un saco, diría, que se romperá en la pasión, para que se derrame aquel precio de nuestro rescate, que él contiene; un saco que, si bien es pequeño, está totalmente lleno. En efecto, un niño se nos ha dado, pero en este niño habita toda la plenitud de la divinidad. Esta plenitud de la divinidad se nos dio después que hubo llegado la plenitud de los tiempos. Vino en la carne para mostrarse a los que eran de carne y, de este modo, bajo los velos de la humanidad, fue conocida la misericordia divina; pues, cuando fue conocida la humanidad de Dios, ya no pudo quedar oculta su misericordia. ¿En qué podía manifestar mejor el Señor su amor a los hombres sino asumiendo nuestra propia carne? Pues fue precisamente nuestra carne la que asumió, y no aquella carne de Adán que antes de la culpa era inocente.
¿Qué cosa manifiesta tanto la misericordia de Dios como el hecho de haber asumido nuestra miseria? ¿Qué amor puede ser más grande que el del Verbo de Dios, que por nosotros se ha hecho como la hierba débil del campo? Señor, ¿qué es el hombre para que le des importancia, para que te ocupes de él? Que comprenda, pues, el hombre hasta qué punto Dios cuida de él; que reflexione sobre lo que Dios piensa y siente de él.
No te preguntes ya, oh hombre, por qué tienes que sufrir tú; pregúntate más bien por qué sufrió él. De lo que quiso sufrir por ti puedes concluir lo mucho que te estima; a través de su humanidad se te manifiesta el gran amor que tiene para contigo. Cuanto menor se hizo en su humanidad, tanto mayor se mostró en el amor que te tiene, cuanto más se abajó por nosotros, tanto más digno es de nuestro amor. Dios, nuestro Salvador -dice el Apóstol-, hizo aparecer su misericordia y su amor por los hombres. ¡Qué grande y qué manifiesta es esta misericordia y este amor de Dios a los hombres! Nos ha dado una grande prueba de su amor al querer que el nombre de Dios fuera añadido al título de hombre.
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M.E. Cursillista Winston Pauta Avila
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Reflexiones Pascua
No. 5 Espíritu Santo, verdadero protagonista de la Iglesia
Marzo 31
Las raíces de nuestro ser y de nuestro actuar están
en el silencio sabio y providente de Dios.
Por: SS Benedicto XVI
En el día de Pentecostés, el Espíritu Santo
descendió con potencia sobre los apóstoles; de este modo comenzó la misión de
la Iglesia en el mundo. Jesús mismo había preparado a los once para esta misión
al aparecérseles en varias ocasiones después de la resurrección (Cf. Hechos 1,
3). Antes de la ascensión al Cielo, «les mandó que no se ausentasen de
Jerusalén, sino que aguardasen la Promesa del Padre» (Cf. Hechos 1, 4-5); es
decir, les pidió que se quedaran juntos para prepararse a recibir el don del
Espíritu Santo. Y ellos se reunieron en oración con María en el Cenáculo, en
espera de este acontecimiento prometido (Cf. Hechos 1, 14).
Permanecer juntos fue la condición que puso Jesús
para acoger el don del Espíritu Santo; el presupuesto de su concordia fue la
oración prolongada. De este modo se nos ofrece una formidable lección para cada
comunidad cristiana. A veces se piensa que la eficacia misionera depende
principalmente de una programación atenta y de su sucesiva aplicación
inteligente a través de un compromiso concreto. Ciertamente el Señor pide
nuestra colaboración, pero antes de cualquier otra repuesta se necesita su
iniciativa: su Espíritu es el verdadero protagonista de la Iglesia. Las raíces
de nuestro ser y de nuestro actuar están en el silencio sabio y providente de
Dios.
El Espíritu Santo, hace que los corazones sean
capaces de comprender las lenguas de todos
El Pueblo de Dios, que había encontrado en el Sinaí
su primera configuración, se amplia hoy hasta superar toda frontera de raza,
cultura, espacio y tiempo. A diferencia de lo que sucedió con la torre de
Babel, cuando los hombres que querían construir con sus manos un camino hacia
el cielo habían acabado destruyendo su misma capacidad de comprenderse
recíprocamente, en el Pentecostés del Espíritu, con el don de las lenguas,
muestra que su presencia une y transforma la confusión en comunión. El orgullo
y el egoísmo del hombre siempre crean divisiones, levantan muros de
indiferencia, de odio y de violencia. El Espíritu Santo, por el contrario, hace
que los corazones sean capaces de comprender las lenguas de todos, pues
restablece el puente de la auténtica comunicación entre la Tierra y el Cielo.
El Espíritu Santo es el Amor.
...no les dejará huérfanos
Pero, ¿cómo es posible entrar en el misterio del
Espíritu Santo? ¿Cómo se puede comprender el secreto del Amor? El pasaje
evangélico nos lleva hoy al Cenáculo, donde, terminada la última Cena, una
experiencia de desconcierto entristece a los apóstoles.
El motivo es que las palabras de Jesús suscitan
interrogantes inquietantes: habla del odio del mundo hacia Él y hacia los
suyos, habla de una misteriosa partida suya y queda todavía mucho por decir,
pero por el momento los apóstoles no son capaces de cargar con el peso (Cf.
Juan 16, 12). Para consolarles les explica el significado de su partida: se
irá, pero volverá, mientras tanto no les abandonará, no les dejará huérfanos.
Enviará el Consolador, el Espíritu del Padre, y será el Espíritu quien les
permita conocer que la obra de Cristo es obra de amor: amor de Él que se ha
entregado, amor del Padre que le ha dado.
Este es el misterio de Pentecostés: el Espíritu
Santo ilumina el espíritu humano y, al revelar a Cristo crucificado y
resucitado, indica el camino para hacerse más semejantes a Él, es decir, ser
«expresión e instrumento del amor que proviene de Él» («Deus caritas est», 33).
Reunida junto a María, como en su nacimiento, la Iglesia hoy implora:
«Veni Sancte Spiritus!» - «¡Ven, Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos fel fuego de tu amor!».
Amén.
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Reflexiones Pascua
Reflexiones Pascua
Aprende a Orar
Abril 2
Somos libres y Dios respeta esa libertad
Estamos en los últimos días de la Pascua, si los
días santos se nos fueron sin haber renovado el espíritu, nunca es tarde.
Estamos en los últimos días de la Pascua.
Ya los días de la Pasión y la Muerte de Cristo se
fueron. Llegó el glorioso Domingo de Resurrección y también se fue.
¿Qué nos ha quedado de todas estas solemnidades?
¡Mucho nos tiene que quedar!. Aunque año tras año se repita el vivir estos días
santos con sus acontecimientos históricos, no por eso los vamos a impregnar de
rutina o indiferencia.
Si tenemos fe y creemos ¿cómo no amar a quién dio su
vida para darnos el regalo único e
inalcanzable por nosotros mismos de una vida eterna y gloriosa?
El hombre tiene un DON, el don del libre albedrío.
Somos libres para seguir o darle la espalda a ese
Cristo que nos vino a traer la enseñanza de un camino seguro de Verdad y de
Amor. Pero aunque dio su vida por nosotros no nos vino a forzar y nos deja en
plena libertad de escoger. A si nos dice Martín Descalzo, citando a Evely: Jesús no se impone, aunque se proponga
siempre a si mismo. El nos deja libres. ¡Nada resulta tan fácil como obrar cual si no le hubiésemos encontrado,
como si no le hubiésemos conocido!. Dios se humilla. Dios está en medio de
nosotros como uno que sirve. Dios se propone... Dios es un compañero fiel y, en
cierto aspecto, silencioso. Resulta fácil tapar su voz. Todos nosotros tenemos
el terrible poder de obligar a Dios a callarse.
Lo podemos callar con muchas cosas. La música
estridente del mundo del consumismo, del
tener, del poder, de la ambición, de los placeres, del vicio, de la corrupción.
Pero no solo con estas cosas que suenan tan fuertes,
sino de otras más tenues, más sutiles que nos parecen que si nos van a dejar
oír la voz de Dios, pero que la enmudecen totalmente: la tibieza, la desidia, la flojera, la
frialdad, los respetos humanos, el descuido para todas las cosas del espíritu,
el no buscar con afán conocerlo más profundamente para saber amar a ese Dios
del que provenimos y al que tarde o temprano veremos un día cara a cara.
Somos libres y Dios respeta esa libertad que maneja
nuestra voluntad. Sabe cómo somos, nos conoce... También sabe que nos acechan
enemigos poderosos en el paso por la vida: el Maligno no descansa. El lo sabe
muy bien porque hasta a Él, para ser igual a nosotros, fue tentado y por eso
precisamente no nos deja solos…
Nos dio al Espíritu Santo para ayudarnos, tenemos la
oración, el Sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía, ¿qué mayores
fuerzas o apoyos queremos para vencer?
Si los días santos, con el bullicio de las
vacaciones se nos fueron sin haber sentido la renovación del espíritu, nunca es
tarde.
Atemos nuestra LIBERTAD A UN DESEO.
Empecemos hoy.
Dios nos llama, Dios nos ama y nos espera siempre.
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Reflexiones Pascua
Abril
3
Encontrarse
con Cristo Resucitado desde el corazón de María
Reflexiones
María
¿Qué
sentía María en esos momentos? ¿Qué pensaba? ¿Qué recuerdos le venían a la
memoria? ¿qué le decía a Jesús? ¿Cuál era su experiencia interior?
Por:
P Evaristo Sada LC
Los
seres humanos tenemos capacidad de sintonizar con los sentimientos de otra
persona, penetrarlos y hasta cierto punto apropiarlos. Podemos ponernos en el
lugar del otro, comprender sus emociones y sentimientos y sentir juntamente con
él.
Es
posible conectar con el otro y participar de su experiencia interior. Esto abre
un mundo maravilloso en la vida de oración. Con la ayuda de la gracia, es un
modo de hacer oración contemplativa.
Ciertamente
la empatía tiene sus límites, pues la experiencia personal será siempre
personal; las vivencias de cada uno serán siempre propias y únicas.
¿En
qué consiste esta "oración por empatía"?
Por
ejemplo, en este tiempo litúrgico, consiste en centrar nuestra atención en la
Virgen María y tratar de sintonizar con los sentimientos de María durante la
pasión, muerte y resurrección de Jesús. He empleado esta modalidad de oración
durante el triduo pascual y lo sigo aplicando ahora en la pascua. Me está
ayudando mucho.
Tratar
de meterse al corazón de la Madre de Jesús y Madre nuestra mientras en silencio
y soledad acompaña a su Hijo en cada momento de su pasión y en su resurrección.
Algunas preguntas que ayudan: ¿qué sentía María en esos momentos? ¿qué pensaba?
¿qué recuerdos le venían a la memoria? ¿qué le decía a Jesús? ¿qué escuchaba?
¿cuáles eran sus actitudes? ¿cuál era su experiencia interior?
Detenerse
en cada paso, sin prisa. Un día se puede tomar una escena, otro día otra. O
permanecer durante varios días en la que más ayude a cada uno. Este modo de
orar supone un fuerte cultivo de la capacidad de escucha.
Se
trata de contemplar y sentir profundo
No
hacen falta muchos pensamientos, se trata de contemplar y sentir profundo,
identificándose con la oración de María: durante la última cena, durante la
oración en el huerto, cuando fue apresado, cuando estaba en la cárcel, cuando
fue condenado a muerte, cuando subía el Calvario con la cruz a cuestas, cuando
fue crucificado, durante su agonía, cuando expiró, cuando resucitó, cuando
encontró a María en el huerto, cuando se apareció a los suyos...
Gozar
con Cristo Resucitado desde el corazón de María
Desde
el Sábado Santo me ha ayudado mucho gozar con Cristo Resucitado desde el
corazón de su Madre.
En
la resurrección de Jesús confluyen:
1.
El amor del Padre que lleno de conmoción vio morir a su Hijo diciendo:
"Todo está cumplido" (Jn 19,30), "Padre, en tus manos encomiendo
mi espíritu" (Lc 23,45). Con la Resurrección, el Padre respondió a la
súplica de Jesús en el huerto: ¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta
de mi este cáliz (Mc 14,36).
2.
El poder del Espíritu de amor que hace nuevas todas las cosas (Ap 21,5)
3.
La pasión de amor de Cristo por el hombre que quiere permanecer siempre a su
lado: "Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los tiempos."
(Mt 28,20)
Y
María participa en la Resurrección de Cristo con su dolor y su esperanza
Con
la muerte de Jesús parecía fracasar la esperanza de cuantos confiaron en Él.
Aquella fe nunca dejó de faltar completamente, sobre todo en el corazón de la
Virgen María, la Madre de Jesús, la llama quedó encendida con viveza también en
la oscuridad de la noche. (Benedicto XVI, 8 de abril de 2012) y a través de la
experiencia transformante de la Pascua de su Hijo, se convierte en Madre de la
Iglesia, o sea, de cada uno de los creyentes y de toda la comunidad. (Benedicto
XVI, Regina Coeli, 9 de abril 2012)
¡Qué
fácil es gozar con Cristo Resucitado desde el corazón de su Madre mientras le
contempla vivo y glorioso!
Oración
Madre:
Mientras
el sábado santo se libraba el combate entre la Luz y las tinieblas,
el
Espíritu Consolador invadía tu corazón, aliviando tu dolor,
el
Padre terminaba su obra maestra: Cristo Resucitado,
y
tú en silenciosa espera...
¡Cuánto
aprendo de tu silencio sonoro!
Gracias,
Madre, por permitirme entrar en el jardín de tu alma y acompañarte en tu dolor.
No
me cabe la menor duda de que fuiste tú la primera a quien buscó Jesús
resucitado.
¿Qué
pasó en tu corazón cuando al tercer día brilló el Sol Naciente con toda su
gloria?
¿Cómo
celebraron juntos aquél momento? Me imagino lo que sentiste.
Déjame
ver con tu mirada el rostro de tu Hijo Resucitado, alegrarme y regocijarme en
Él como tú lo hiciste.
A
ti te constituyó en Madre de la Iglesia,
que
a mí me conceda resucitar con Él;
que
me haga un hombre nuevo,
que
piense en las cosas de arriba,
y
las busque por encima de todo. Amen
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ORACIÓN PASCUAL
Señor mío y Dios mío... Dios de la salvación renovada de generación en generación, resucita en nosotros todo lo que es muerte y lejanía de ti, danos vida y actitudes de resucitados contigo y haznos testigos de tu reino entre los hombres, por el amor, la justicia y la paz.
Pon sabiduría, Señor, en nuestro lenguaje, pon ternura en nuestra mirada, pon misericordia en nuestra mente que hace juicios, pon entrega y calor en nuestras manos, pon escucha en nuestros oídos para el clamor de los hermanos, pon fuego en nuestro corazón para que no se acostumbre a sus carencias y a su dolor.
Quédate con nosotros, haznos gustar el pan del evangelio, deja que en el camino, mientras vas con nosotros, se nos cambie la vida... Y envíanos de nuevo, audaces y gozosos, para decir al mundo que vives y que reinas, que quieres que el amor solucione las cosas, y cuentas con nosotros.
Y que Tú vas delante, como norte y apoyo, como meta y camino, hasta el fin de los días.
Amén.
SEÑOR JESUS
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Cursillista M. E. Winston Pauta Avila
wpauta@yahoo.es,
Reflexiones Pascua
Pascua: 50 días para cantar ¡Aleluya!
Abril 11
El grito que invita una y otra vez a alabar y dar
gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
En la noche, una llama vacilante. El sacerdote y la
gente enciendieron sus velas. La luz se expandió. Las tinieblas retroceden. La
procesión avanzó hacia el altar. La iglesia se llenó de resplandor. La Iglesia
celebra la Pascua.
La Vigilia Pascual tiene un encanto mágico. Nos
presenta el evento más importante de la historia humana: Cristo ha resucitado y
vive para siempre.
El mundo, aparentemente, sigue su marcha, monótona o
entusiasta, entre alegrías y penas. Pero quien se deja tocar por la gran
Noticia sabe que la muerte ha sido vencida, que el pecado no es la última
palabra de la historia, que el perdón ha cancelado la condena.
Sabemos, por los Evangelios, que Cristo se apareció
a sus seguidores durante 40 días y luego ascendió a los cielos. Pasados 10
días, los primeros discípulos recibieron el Espíritu Santo.
La Iglesia celebra este acontecimiento con 50 días
de fiesta, de canto, de esperanza. Es el tiempo del "aleluya", del
grito que invita una y otra vez a alabar y dar gracias al Señor, "porque
es eterna su misericordia".
El Papa Benedicto XVI lo explicaba con estas
palabras: "El tercer gran símbolo de la Vigilia Pascual es de naturaleza
singular, y concierne al hombre mismo. Es el cantar el canto nuevo, el aleluya.
Cuando un hombre experimenta una gran alegría, no puede guardársela para sí
mismo. Tiene que expresarla, transmitirla. Pero, ¿qué sucede cuando el hombre se
ve alcanzado por la luz de la resurrección y, de este modo, entra en contacto
con la Vida misma, con la Verdad y con el Amor? Simplemente, que no basta
hablar de ello. Hablar no es suficiente. Tiene que cantar" (Vigilia
Pascual, 11 de abril de 2009).
Tenemos ante nosotros 50 días de aleluya. Es la
Pascua, el paso, la victoria del Señor. De corazón, desde la esperanza que
ilumina toda la vida humana, ¡felices pascuas!
Preguntas o comentarios al autor P. Fernando Pascual LC
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Abra
por favor la siguiente página WEB
http://grupodeoraciondivinonio.blogspot.com/
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Su
petición será publicada en nuestras páginas WEBS
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Reflexiones Pascua
Abril 13
Pascua: 50 días para cantar ¡Aleluya!
El grito que invita una y otra vez a alabar y dar
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palabra de la historia, que el perdón ha cancelado la condena.
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La Iglesia celebra este acontecimiento con 50 días
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es eterna su misericordia".
El Papa Benedicto XVI lo explicaba con estas
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Cuando un hombre experimenta una gran alegría, no puede guardársela para sí
mismo. Tiene que expresarla, transmitirla. Pero, ¿qué sucede cuando el hombre
se ve alcanzado por la luz de la resurrección y, de este modo, entra en
contacto con la Vida misma, con la Verdad y con el Amor? Simplemente, que no
basta hablar de ello. Hablar no es suficiente. Tiene que cantar" (Vigilia
Pascual, 11 de abril de 2009).
Tenemos ante nosotros 50 días de aleluya. Es la
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