viernes, 6 de enero de 2017

PARA RESPONDER



NO HAY  ÁRBOL......

“No hay árbol recio y consistente, si el viento no lo azota con frecuencia”.

Los huracanes o arrancan los árboles de escasas raíces
o, si resisten, los urgen a profundizar las que tienen.

Lo mismo pasa con las personas que han sido capaces
de afrontar con fe y valor los desafíos de la vida
Son luchadores que recurrieron a Dios y triunfaron.
  
"Señor, que no necesite mi existencia de tormentas para amarte;
que no necesite de centellas que me atemoricen para recurrir temblando a ti; que no sean necesarias las tinieblas
para buscar dando traspiés tu amorosa mano;
que reconozca que únicamente junto a ti
puedo encontrar paz, alegría y entusiasmo.

Y que cuando me sacudan el alma las tormentas interiores,
me refugie en la paz de tu amor”.
Amén.


Hay otra oración para rezar si te suceden
esas cosas desagradables que no tienen más solución:

“Señor, concédeme fortaleza para solucionar lo que tiene solución;
pero, valor para aceptar lo que ya no puede solucionarse;
y sabiduría para reconocer la diferencia”.

Es una sabia lección que se resume así:

“Aceptar, olvidar, y seguir adelante”.

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Enfangada

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Enfangada



Existe un lugar en el mundo de los cuentos, que bien podría ser un lugar en el mundo real. Un lugar en donde la ignorancia y la superstición han dado paso a  la ambición y la soberbia.

El lugar se llama Enfangada. El nombre real no lo recuerda nadie. Seguramente algún día tuvo un nombre, pero al transcurso de los años, sólo su mote ha sobrevivido.
Es un sitio donde parece el tiempo corre hacia atrás... o por lo menos así le parecía a una pequeña niña que nació ahí.

Sus más lejanos recuerdos eran de agua corriendo por la calle y fango sobre las aceras. Para dar paso después a tierra y más tierra.
Algún día existió pavimento frente a su casa, pero cada día que pasa, va notando cómo también el pavimento va desapareciendo.

Es un  lugar tan raro que los carros descansan sobre las banquetas y las personas transitan por la calle donde debieran hacerlo los carros.
Un lugar tan raro, donde los carros valen mucho más que las personas. O por lo menos, así le parece a ésta pequeña nena.

Algún día, alguien le leyó la historia de un hombre llamado Jesús, que curaba a los enfermos, que hacía revivir a los muertos, que tenía una mirada llena de amor hacia los hombres. Y cuando mira a la calle donde vive, no encuentra nada de lo que ése hombre maravilloso dijo.

Jesús decía que las personas son hijos de Dios y que son hechos a imágen y semejanza de El y a Leonora como se llama la nena, le parece que las personas de Enfangada, piensan lo contrario: que los carros, las casas y un puñado de tierra vale más que los niños, los ancianos y la gente enferma que no podría correr si un carro los embiste cuando caminan por la calle. Ella mira sorprendida, enojada y espantada cómo los carros tapan el espacio donde los ancianos, niños y enfermos deberían circular.

Pareciera que éstas personas creen que los carros fueron hechos a imágen y semejanza de Dios y las personas son objetos desechables. Es un mundo al revés que Leonora no entiende. Un mundo que niega toda lógica y todo lo de bello que Dios creó, empezando por el ser humano.

Podría decirse que han dejado de ser personas para transformarse en animales sin razonamiento y sin corazón.

Leonora también ora por ésas personas que desconocen de Jesús y que si alguna vez han oído hablar de El o bien, lo han olvidado o lo han entendido de un modo tergiversado.
Ora por ellos, porque sabe que como también dijo Jesús no se debe hacer a otros lo que no querramos nos hagan a nosotros.

"El buen juez por su casa empieza", le repite constantemente su mamá y Leonora piensa que ésas personas que no valoran ni respetan el espacio ni la vida de los otros, tampoco serán respetadas ni valoradas cuando el tiempo pase.

Una noche que dormía, después de orar por los niños y ancianos de su calle y por los vecinos que bloquean las aceras, un ángel le habló en sueños. La tomó de la mano y la llevó a un lugar parecido a donde vivía... pero algo era diferente.

Estaban las personas que conocía o mejor dicho, que veía a veces através de las rejas de sus casas, o cuando se topaba con ellas en la calle... personas que ni siquiera la saludaban, como si no llevaran años de vivir en la misma calle que ella.
Pero también eran diferentes: eran más viejas. Algunas de ellas, caminaban ayudados con bastones y otras con andaderas.

Bueno... éso de "caminaban" es un decir... porque no tenían en donde hacerlo.
Mejor dicho, se mantenían paradas, sostenidas por un bastón o una andadera en el mismo lugar sin poderse mover para ningún lado, porque del lado derecho tenían un carro, del lado izquierdo tenían otro.
 Si trataban de caminar hacia adelante, se lo impedían los muchos carros que transitan por el arroyo vehicular.
Si trataban de caminar hacia atrás, las grandes casas que habían construido les impedía hacerlo.

Otras más, se arrastraban entre el lodo, pues ni siquiera podían mantenerse en pie. Esas también habían bloqueado las aceras donde la gente podía caminar libremente. Lo habían hecho con material de construcción, con grava y arena; con basura y demás. A ésas personas tampoco les había importado el bienestar de los demás, sólo deseaban tener su casa más grande y limpia, echando todo lo que no les servía a la calle y al arroyo.

El ángel le dijo que ése lugar se llama Infierno y  que a él van todas aquellas personas soberbias, déspotas y ambiciosas que no supieron valorar a las personas cuando vivieron, que peleaban por tener tres metros más de terreno que no les pertenecía y que se habían robado para tener un estacionamiento más grande, por hacer su casa más grande sin importarle la vida de los otros.

Le dijo que no valía la pena orar por ésas personas porque ya han sido juzgadas y condenadas por Dios, que no se preocupara por ellas, pero que sí lo hiciera por todos aquellos que sufrían las consecuencias de los actos de ésas malas personas. Ellas habían tenido la oportunidad al igual que todos, de vivir de una manera distinta: amando y respetando a los hijos de Dios, tal como Dios los ama y respeta... y la habían desperdiciado.

Por lo tanto, Leonora no debía desperdiciar sus oraciones con ellas porque no les beneficiaban en nada. Pero sí hacerlo por aquellos que han sido ofendidos y humillados.

Al despertar, la visión de Leonora había cambiado. Empezó a valorar a vecinos que antes le parecían indignos de ello.  Empezó a entender a personas que no tenían ni grandes casas, ni grandes carros; que sufrían a diario desprecios, que eran expuestos a accidentes por aquellas personas que ahora se sentían tan seguras en sus casotas y tan orgullosas de sus carrotes.

Y empezó a orar por ellos, empezó a llevarles pequeños obsequios para por lo menos tratar de hacer menores sus penas.

Al morir Leonora años después, fué llevada por el mismo ángel a un lugar muy distinto en donde estaban muchos de aquellos vecinos a los que había ayudado, a los que había compadecido y los vió tan distintos. Todos vestían bellos vestidos refulgentes de blancura, caminaban entre nubes sin tocar el suelo con los mismos pies que antes se enlodaban.

La recibieron con grandes sonrisas. Era el paraíso que se habían ganado soportando tantas injusticias.
Un paraíso que no les podía ser arrebatado por nadie.

Las buenas obras tal vez no reciban en éste mundo su recompensa, pero seguramente en el Cielo, Dios tiene reservado un lugar para ésas almas caritativas y oara ésas almas que han sufrido tanto.



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MARÍA, LA PRIMERA EN SU CLASE..




María había sido de las primeras de su clase en quitar los ruedines de la bici. Siempre se le había dado muy bien montar en bicicleta y contaba los días para que llegase el fin de semana y poder salir a dar un paseo.

La verdad es que le hubiera gustado poder ir todos los días rodando hasta el colegio pero, como no había carril bici hasta allí, era imposible. Así que lo primero que hacía cada sábado era buscar las rodilleras, las coderas y el casco en el armario y desayunar un buen tazón de cereales para estar bien fuerte y darle a los pedales.

Una mañana, mientras esperaba en la calle a que su madre bajase también con su bici, María vio pasar muy rápido a un grupo de chicos en bici. Un policía les riñó porque estaba prohibido ir por la acera tan rápido.

-Hay niños pequeños y señores mayores, tenéis que tener cuidado para no hacerles daño -les dijo.

María pudo escuchar toda la conversación entre el policía y los chicos. Ellos estaban un poco avergonzados y prometieron no volver a hacerlo. El policía les recordó que, en las ciudades, todos teníamos que convivir intentando no molestar a los demás. Les dijo que en el parque había muchos tramos de carril bici y que incluso iban a construir más. También les recordó que tenían que llevar siempre el casco, porque, si se caían de la bici, podían hacerse mucho daño.

Nada más bajar su madre, María, que había escuchado muy atentamente las palabras del policía, le dijo que fueran directamente al parque a usar el carril bici. Al llegar, lo primero que hizo fue abrocharse el casco y ajustarse bien las rodilleras y las coderas. Dio tres vueltas al parque y subió y bajó unas rampas que habían puesto en una de las zonas infantiles.

Pasó una tarde estupenda y todavía lo fue más cuando su madre le dejó merendar uno de sus helados favoritos: de vainilla con chocolate.

De vuelta a casa, María volvió a ver al mismo policía. Esta vez no estaba riñendo a los chicos de la bici, sino a una conductora que, con su furgoneta, había pasado demasiado cerca de un grupo de ciclistas. De hecho uno que iba un poco despistado estuvo a punto de caerse. La señora, muy arrepentida, prometió que no lo volvería a hacer y se alejó calle abajo.

En ese momento, el policía vio cómo María observaba la escena muy intrigada y se acercó a la niña. Le explicó que tenía que estar muy atento a esas cosas porque en la ciudad teníamos que convivir todos y tratarnos con respeto.

-Al igual que las bicis no pueden ir muy rápido por la acera, los coches tienen que separarse bastante de ellas para no causar un accidente -le explicó con mucha amabilidad.


El policía le dijo también que no se olvidase nunca del casco. María, que era una niña muy curiosa y observadora, se fue esa noche a la cama con una palabra dándole vueltas en la cabeza: convivencia. Nunca la había escuchado, pero viendo lo que le había dicho el policía a los chicos de las bicis y a la señora del coche, sabía que había entendido gran parte de su significado.

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EL REGALO MÁGICO  DEL CONEJITO POBRE



Mostrar que la generosidad y el dar a los demás suelen revertir en uno mismo de la forma más imprevista y más grandiosa

Hubo una vez en un lugar una época de muchísima sequía y hambre para los animales. Un conejito muy pobre caminaba triste por el campo cuando se le apareció un mago que le entregó un saco con varias ramitas."Son mágicas, y serán aún más mágicas si sabes usarlas" El conejito se moría de hambre, pero decidió no morder las ramitas pensando en darles buen uso.

Al volver a casa, encontró una ovejita muy viejita y pobre que casi no podía caminar. "Dame algo, por favor", le dijo. El conejito no tenía nada salvo las ramitas, pero como eran mágicas se resistía a dárselas. Sin embargó, recordó como sus padres le enseñaron desde pequeño a compartirlo todo, así que sacó una ramita del saco y se la dió a la oveja. Al instante, la rama brilló con mil colores, mostrando su magia. El conejito siguió contrariado y contento a la vez, pensando que había dejado escapar una ramita mágica, pero que la ovejita la necesitaba más que él. Lo mismo le ocurrió con un pato ciego y un gallo cojo, de forma que al llegar a su casa sólo le quedaba una de las ramitas.

l llegar a casa, contó la historia y su encuentro con el mago a sus papás, que se mostraron muy orgullosos por su comportamiento. Y cuando iba a sacar la ramita, llegó su hermanito pequeño, llorando por el hambre, y también se la dió a él.

En ese momento apareció el mago con gran estruendo, y preguntó al conejito ¿Dónde están las ramitas mágicas que te entregué? ¿qué es lo que has hecho con ellas? El conejito se asustó y comenzó a excusarse, pero el mago le cortó diciendo ¿No te dije que si las usabas bien serían más mágicas?. ¡Pues sal fuera y mira lo que has hecho!

Y el conejito salió temblando de su casa para descubrir que a partir de sus ramitas, ¡¡todos los campos de alrededor se habían convertido en una maravillosa granja llena de agua y comida para todos los animales!!


Y el conejito se sintió muy contento por haber obrado bien, y porque la magia de su generosidad hubiera devuelto la alegría a todos.







LA  FE


La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela
Por: P. Modesto Lule Zavala msp

Algunas personas llegan a pensar que la fe es como la esperanza. Cierto es que la persona que tiene fe tiene esperanza, pero no necesariamente es la esperanza. El catecismo de la Iglesia católica dice: CIC 166: “La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de

Dios que se revela.
Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro.
Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes.
Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros”.
Es decir, todos en la medida de alimentar nuestra fe y compartirla nos enriquecemos. Dice la carta a los romanos 10, 17: Así pues, la fe nace al oír el mensaje, y el mensaje viene de la palabra de Cristo.

La fe es un don de Dios, es decir, se debe pedir a Dios.
La fe se debe separar de la superstición, que es en lo que algunos pueden caer por falta de conocimiento en la religión. La carta a los Hebreos 11, 1, dice: “Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos”.

La fe se debe trabajar y en la medida que hay esfuerzo hay esperanza de alcanzar lo que se busca. Dentro del ámbito cristiano esperar algo ya no se reduce a cuestiones meramente egoístas, sino a beneficios para todos.

La madre Teresa de Calcuta dice: “del silencio nace la oración, de la oración nace la fe, de la fe nace el amor, del amor nace la entrega y de la entrega la paz”. Todo lleva un proceso, y para progresar en la fe hay que progresar en el silencio y en la oración y esto conllevará a más dones y virtudes que enriquecerán a la persona y por ende a los que le rodean.


La palabra fe viene del latín FIDES, y significa lealtad. De la misma palabra FIDES se desprende fiel y otras más. La lealtad se la debemos a Dios, en la medida que seamos fieles, es decir leales, podemos esperar como dice en la carta a los hebreos, aquellas cosas que ya hemos pedido, es decir tenemos esperanza en que Dios nos ayudará en lo que necesitamos y todo esto será para cumplir con la voluntad de Dios. Así como la Virgen maría que fue leal a lo que el Señor pedía pudo alcanzar la gloria que Dios Padre concede a todo obediente a su palabra. Los santos son santos por ser leales, por tener fe en que las promesas de Jesucristo se cumplirán en su momento, quizá no en el que pedimos nosotros pues Dios nos concede las cosas no cuando queremos, sino cuando ya estamos preparados.

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