MEDITACIÓN
No.
581 SOÑAR UN MUNDO CRISTIANO
Enero
12
Autor:
P. Fernando Pascual
Soñar
un mundo cristiano
Tendríamos
que mirar adentro, a ese corazón que sueña el bien y no lo hace
¿Podemos
soñar un mundo cristiano? Quizá sea un poco difícil. ¿Podemos soñar, entonces,
en un país cristiano, una ciudad cristiana? ¿Cómo serían, cómo vivirían los
hombres y mujeres que tuviesen el amor como punto de referencia de todas sus
decisiones?
Soñemos,
por un momento, en esa civilización del amor. Todo nacería de la Eucaristía. La
misa sería el centro de la vida de cada corazón, de la familia, del mundo del
trabajo, de los hospitales, de los políticos. Todos acudirían a celebrar con
amor el misterio de la muerte y resurrección de Cristo. La semana recibiría luz
y sentido desde la experiencia dominical, desde el Evangelio escuchado y el
amor recibido en el momento íntimo, profundo, eclesial, de la comunión
eucarística.
En
esta sociedad no habría odios, ni guerras, ni rencores. Alguna discusión se
escaparía, quizá un rato de rabia, pero el perdón cubriría todo, y la justicia
reinaría en lo más profundo de cada corazón.
Los
esposos se amarían, sin egoísmos, sin celos. Ella pensaría en hacerle feliz a
él, y él no se dejaría ganar en generosidad. Acogerían con amor cada hijo que
Dios les concediese. También si viene enfermo, también si va a significar un
mayor esfuerzo para toda la familia. No olvidarían a los abuelos: irían a
visitarlos, los invitarían a casa, les darían un lugar principal en el hogar.
Educarían a los hijos a la alegría, a la esperanza, a la ayuda mutua, a la
donación a los demás. No permitirían imágenes o escenas en televisión que
hablen de odio, traición, infidelidad o placeres egoístas.
Los
hijos obedecerían con cariño, pensarían cómo hacer más feliz a sus padres, se
ayudarían entre sí, trabajarían juntos para el bien de la familia. Escucharían
con afecto a los abuelos, buscarían ratos para estar con ellos. Irían a visitar
a ancianos que viven solos, a enfermos que pasan horas y horas en espera de
alguien que les dé consuelo. Los ancianos harían todo lo posible para no
obstaculizar la vida de sus hijos, respetarían a las nueras y los nueros.
Buscarían mil maneras ingeniosas para ayudar con discreción y ofrecer esa sabiduría
madurada con el paso de los años y los ratos de oración ante Cristo en el
Sagrario.
Los
edificios no serían bloques de existencias aisladas en las que el saludo se
cruza solamente en el ascensor o la escalera. Cada vivienda, cada urbanización,
sería una comunidad de afecto en las que todos pensasen en el vecino anciano,
en el enfermo, en el que necesita un poco de dinero para esa operación más
cara.
En
el trabajo, los jefes evitarían cualquier abuso, cuidarían que el salario fuese
justo, pensarían en las familias de sus trabajadores y buscarían mil maneras
ingeniosas para ayudar sin ofender al que se encuentra en una situación
difícil. Los empleados, obreros, oficinistas, respetarían a sus jefes,
buscarían cómo hacer más fácil la tarea directiva. El salario que llegase a sus
bolsillos sería para la familia, y sólo en familia verían cómo hacer que ese
dinero ayudase a los de casa y a los de lejos (sin olvidar antes a ese vecino
que pasa por un problema de dinero).
Los
empresarios y los banqueros no vivirían sólo para acumular dinero, vencer a la
competencia y dominar el mercado. Su ilusión sería dar más trabajo, con mejor
seguridad, en un clima de amor y de respeto. No habría créditos con intereses
abusivos. Cuando en el banco se descubriese que alguno no puede pagar la
mensualidad o cubrir el crédito, se inventarían mil maneras de solidaridad y de
apoyo para que nadie, por culpa de los créditos, cayese poco a poco en la
pobreza y la desesperanza de deudas absurdas y opresoras.
Los
médicos y enfermeras amarían a los enfermos, se preocuparían por ellos. Verían
en cada uno a Cristo sufriente, y los tratarían como a hermanos, sin quejas,
sin prisas, sin protestas. Los enfermos, a su vez, ofrecerían sus dolores a
Dios por tantos hombres y mujeres que no tienen esperanza, que no aman, que no
conocen el sentido de la vida ni la belleza de sus almas. Sabrían esperar, con
paciencia, la llegada de su turno, y algunas veces intentarían consolar al
mismo médico que llora ante la inevitable derrota de la muerte: “doctor, llega
la muerte, pero yo viviré para siempre: ¡nos vemos en el cielo...!”
Los
políticos serían honestos, trabajarían por el bien de la sociedad, de los
pobres, los marginados, los enfermos. Harían maravillas para que el hospital
fuese bien atendido, para mejorar las calles, para hacer que los parques y el
aire limpio alegrasen la vida de los pequeños, los medianos y los grandes. Los
policías y los jueces no pedirían un cumplimiento frío, ausente, de las normas
ciudadanas, sino que tratarían a cada uno con respeto, incluso al que falló, al
que tuvo un mal momento. Su respeto, su honradez, serían garantía de que la
justicia basada en el amor es más eficaz que la orden impuesta desde el miedo,
o que ese mundo triste de los sobornos y los favoritismos.
Hemos
soñado un poco. Llega la hora de despertar, de mirar afuera, de encontrar los
males de siempre y las penas que no acaban. Quizá condenemos a aquel, que va a
misa, que presume de cristiano pero vive como pagano. Quizá nos quejemos ante
Dios por un mundo que pudo haber sido un poco mejor, más justo, más
llevadero...
Haríamos
bien en no juzgar, ni a Dios ni al hermano. Tendríamos que mirar adentro, a ese
corazón que sueña el bien y no lo hace, que se ilusiona con las
bienaventuranzas y persigue luego un placer amargo o unos dineros ganados a
escondidas...
Sabemos
que el sueño puede ser menos sueño si ahora mismo dejo ese proyecto de egoísmos
y empiezo a mejorar mi cariño aquí, en casa, entre los míos. O allá, entre la
gente con la que viajo, en el lugar donde trabajo, en ese encuentro fortuito
con alguien que también espera, este día, amar y ser amado, para ser, de veras,
más cristiano, más bueno. Así podremos imitar un poco a ese Padre bueno de los
cielos que no ha dejado ni un día de amarnos con locura, porque somos sus hijos
predilectos...
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MEDITACIÓN
No.
582 LOS PEQUEÑOS DETALLES
Enero 13
LOS
PEQUEÑOS DETALLES
El
alumno, según él, había terminado el cuadro. Llamó a su maestro para que lo
evaluara. Se acercó el maestro y observó la obra con detenimiento y
concentración durante un rato. Entonces, le pidió al alumno la paleta y los
pinceles. Con gran destreza dio unos cuantos trazos aquí y allá. Cuando el
maestro le regresó las pinturas al alumno el cuadro había cambiado
notablemente. El alumno quedó asombrado; ante sus propios ojos la obra había
pasado de mediocre a sublime. Casi con reverencia le dijo al maestro:
-
¿Cómo es posible que con unos cuantos toques, simples detalles, haya cambiado
tanto el cuadro?
-
Es que en esos pequeños detalles está el arte. Contestó el maestro.
Si
lo vemos despacio, nos daremos cuenta que todo en la vida son detalles. Los
grandes acontecimientos nos deslumbran tanto que a veces nos impiden ver esos
pequeños milagros que nos rodean cada día. Un ave que canta, una flor que se
abre, el beso de un hijo en nuestra mejilla, son ejemplos de pequeños detalles
que al sumarse pueden hacer diferente nuestra existencia.
Todas
las relaciones -familia, matrimonio, noviazgo o amistad- se basan en detalles.
Nadie espera que remontes el Océano Atlántico por él, aunque probablemente sí
que le hables el día de su cumpleaños. Nadie te pedirá que escales el Monte
Everest para probar tu amistad, pero sí que lo visites durante unos minutos
cuando sabes que está enfermo.
Hay
quienes se pasan el tiempo esperando una oportunidad para demostrar de forma
heroica su amor por alguien. Lo triste es que mientras esperan esa gran ocasión
dejan pasar muchas otras, modestas pero significativas. Se puede pasar la vida
sin que la otra persona necesitara jamás que le donaras un riñón, aunque se
quedó esperando que le devolvieras la llamada.
Se
piensa a veces que la felicidad es como sacarse la lotería, un suceso
majestuoso que de la noche a la mañana cambiará una vida miserable por una
llena de dicha. Esto es falso, en verdad la felicidad se finca en pequeñeces,
en detalles que sazonan día a día nuestra existencia.
Nos
dejamos engañar con demasiada facilidad por la aparente simpleza. NO desestimes
jamás el poder de las cosas pequeñas: una flor, una carta, una palmada en el
hombro, una palabra de aliento o unas cuantas líneas en una tarjeta. Todas
estas pueden parecer poca cosa, pero no pienses que son insignificantes.
En
los momentos de mayor dicha o de mayor dolor se convierten en el cemento que
une los ladrillos de esa construcción que llamamos relación. La flor se
marchitará, las palabras quizá se las llevará el viento, pero el recuerdo de
ambas permanecerá durante mucho tiempo en la mente y el corazón de quien las
recibió.
¿Qué
esperas entonces? Escribe esa carta, haz esa visita, levanta el teléfono. Hazlo
ahora, mientras la oportunidad aún es tuya. NO lo dejes para después por
parecerte poca cosa. En las relaciones no hay cosas pequeñas, únicamente
existen las que se hicieron y las que se quedaron en buenas intenciones...
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MEDITACIÓN
No.
583 EL SACO DE PLUMAS
Enero 14
El
Saco de Plumas.
Había
una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, todo por la envidia
que le tuvo al ver el éxito que este había alcanzado.
Tiempo
después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y
visitó a un hombre muy sabio a quien le dijo:
"Quiero
arreglar todo el mal que hice a mi amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?",
a
lo que el hombre respondió: "Toma un saco lleno de plumas ligeras y
pequeñas y suelta una donde vayas".
El
hombre muy contento por aquello tan fácil tomó el saco lleno de plumas y al
cabo de un día las había soltado todas.
Volvió
donde el sabio y le dijo: "Ya he terminado",
a
lo que el sabio contestó: "Esa es la parte más fácil.
Ahora
debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que soltaste.
Sal
a la calle y búscalas".
El
hombre se sintió muy triste, pues sabía lo que eso significaba y no pudo juntar
casi ninguna.
Al
volver, el hombre sabio le dijo:
"Así
como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo
el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya está hecho. Lo único que
puedes hacer es pedirle perdón a tu amigo, pues no hay forma de revertir lo que
hiciste".
"Cometer
errores es de humanos y de sabios pedir perdón".
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No.
584 LA ALEGRÍA LLEGARÁ DESPUÉS
Enero 15
La
alegría llegará despues
Autor: Padre Michel Quoist
Llegará
un día en que el cristiano se dará de bruces violentamente con el mal del
mundo. Será cuestión de segundos, pero éste se le manifestará con toda su
amplitud y profundidad.
Incapaz
de compartir con otros este secreto, cargará a solas, anonadado, el mal que
creía conocer y del que otras veces sólo había percibido el primer pliegue.
Primera etapa de una noche indispensable para la purificación del cristiano y
el pleno conocimiento de su misión de REDENTOR.
"Comenzó
a sentir temor y angustia y les decía: Triste está mi alma hasta la muerte,
permaneced aquí y velad. Adelantándose un poco, cayó en tierra y oraba que si
era posible, pasase de El aquella hora. Decía: Padre, todo te es posible, aleja
de mí este cáliz, más no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras Tú."
Hijo
mío, hace falta aceptar el mal que hay en el mundo,
hace
falta, incluso cargárselo a la espalda.
No
te detengas, pero tómalo al paso;
para
esto te envié por los caminos.
Te
aplasta, no puedes seguir avanzando con él, te desplomas
de
asco en la noche y en la soledad.
Conozco
todo eso, hijo mío
también
yo lo he pasado antes que tú:
fue
mi agonía.
Porque
hay que pasar por ahí, ésa es la Ley de mi Redención.
PUES
ANTES DE RESUCITAR HAY QUE MORIR,
ANTES
DE MORIR HAY QUE AGONIZAR,
ANTES
DE AGONIZAR HAY QUE SUFRIR.
NO
HUYAS DEL MAL. AL CONTRARIO: ESTATE ALLÍ. TÓMALO.
CUANTO
MAS FEO SEA, CUANTO MAS PESADO MAS HAY QUE EMPUÑARLO.
Sufre
muere
LA
ALEGRÍA VENDRÁ DESPUÉS.
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