jueves, 30 de noviembre de 2017

MES DE MARIA PRIMERA PARTE DICIEMBRE


MES DE  MARIA

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MES DE  MARÍA
Diciembre 1


Un cuento de Navidad

Hace mucho tiempo, en un lugar lejano, un viajero llegó a una tierra que no conocía. De inmediato le llamó la atención la hermosura del lugar, de sus arroyos y sus campos. Habiendo caminado un rato, comenzó a vislumbrar las casa de un sencillo poblado. Las casas coloridas con las puertas abiertas de par en par irradiaban un aire de paz y alegría. Al viajero le resultaba difícil creerlo… ¡él venía de un lugar tan distinto!

Poco a poco se siguió acercando. Vio unos niños jugando y a sus padres que salían a su encuentro y con una enorme sonrisa le invitaron a quedarse con ellos unos días.

El viajero aprendió muchas cosas, por ejemplo a hornear el pan, a trabajar la tierra, a ordeñar las vacas… pero había una que le llenaba de curiosidad. Cada día, a veces en varias ocasiones, los miembros de la familia se acercaban a una mesita donde habían colocado las figuras de María y José, junto a un burrito color marrón y una vaca; y muy despacito dejaban una pajita entre María y José. Con el correr de los días la cantidad de pajitas iba aumentando e iban formando un colchoncito que se iba haciendo cada vez a más mullidito.

Cuando le llegó al viajero el momento de partir, la familia le entregó un pan calientito y frutas para el camino, lo abrazaron y se despidieron. Ya se iba cuando, dándose vuelta, les dijo:

– “Quisiera hacerles una pregunta antes de marcharme… ¿Por qué iban dejando esas pajitas a los pies de María y José?”

Todos sonrieron, y el niño más pequeño le dijo:

– “Cada vez que hacemos algo con amor, buscamos una pajita y la llevamos al pesebre. Así vamos preparando para que cuando llegue el niñito Jesús, María tenga un buen lugar para recostarlo. Si amamos poco, el colchón va a ser un colchón delgado y por lo mismo frío; pero si amamos mucho, Jesús va a estar más cómodo y calientito.”

Por fin el viajero pareció comprenderlo todo y sintió ganas de quedarse con esa familia hasta la Nochebuena. Pero una voz adentro suyo lo invitó a llevar por otros pueblos el maravilloso mensaje de amor que había aprendido de esta sencilla familia… aprendamos nosotros también y tengamos reservado en nuestros hogares un lugar calientito y cómodo donde María pueda recostar al Niñito Jesús el día de Navidad.

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MES DE  MARIA
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MES DE  MARÍA
Diciembre 16

El Ángel de los Niños

Cuenta una leyenda que a un angelito que estaba en el cielo, le tocó su turno de nacer como niño y le dijo un día a Dios.

- Me dicen que me vas a enviar mañana a la tierra. ¿Pero, cómo vivir? Tan pequeño e indefenso como soy.

- Entre muchos ángeles escogí uno para ti, que te está esperando y que te cuidará.

- Pero dime, aquí en el cielo no hago más que cantar y sonreír, eso basta para ser feliz.

- Tu ángel te cantará, te sonreirá todos los días y tú sentirás su amor y serás feliz.

-¿Y cómo entender lo que la gente me hable, si no conozco el extraño idioma que hablan los hombres?
- Tu ángel te dirá las palabras más dulces y más tiernas que puedas escuchar y con mucha paciencia y con cariño te enseñará a hablar.

-¿Y qué haré cuando quiera hablar contigo?

- Tu ángel te juntará las manitas te enseñará a orar y podrás hablarme.

- He oído que en la tierra hay hombres malos. ¿Quién me defenderá?

- Tu ángel te defenderá más aún a costa de su propia vida.

- Pero estaré siempre triste porque no te veré más Señor.

- Tu ángel te hablará siempre de mí y te enseñará el camino para que regreses a mi presencia, aunque yo siempre estaré a tu lado.

En ese instante, una gran paz reinaba en el cielo pero ya se oían voces terrestres, y el niño presuroso repetía con lágrimas en sus ojitos sollozando…

-¡Dios mío, si ya me voy dime su nombre! ¿Cómo se llama mi ángel?

- Su nombre no importa, tú le dirás: MAMÁ.

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MES DE  MARÍA

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MES DE  MARÍA
Diciembre 17

Según a quien seguimos así somos

José Antonio Pagola

Juan el Bautista proclamaba en voz alta lo que sentían muchos en aquel momento: hay que cambiar; no se puede seguir así; hemos de volver a Dios. Entendían su llamada a la «conversión». Según el evangelista Lucas, algunos se sintieron cuestionados y se acercaron al Bautista con una pregunta decisiva: ¿qué podemos hacer? Por muchas protestas, llamadas y discursos de carácter político o religioso que se escuchen en una sociedad, las cosas sólo empiezan a cambiar, cuando hay personas que se atreven a enfrentarse a su propia verdad, dispuestas a transformar su vida: ¿qué podemos hacer?

El Bautista tiene las ideas muy claras. No les invita a venir al desierto a vivir una vida ascética de penitencia, como él. Tampoco les anima a peregrinar a Jerusalén para recibir al Mesías en el templo. La mejor manera de preparar el camino a Dios es, sencillamente, hacer una sociedad más solidaria y fraterna, y menos injusta y violenta. Juan no habla a las víctimas, sino a los responsables de aquel estado de cosas. Se dirige a los que tienen «dos túnicas» y pueden comer; a los que se enriquecen de manera injusta a costa de otros; a los que abusan de su poder y su fuerza. Su mensaje es claro: No os aprovechéis de nadie, no abuséis de los débiles, no viváis a costa de otros, no penséis sólo en vuestro bienestar: «El que tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Así de simple. Así de claro.

Aquí se termina nuestra palabrería. Aquí se desvela la verdad de nuestra vida. Aquí queda al descubierto la mentira de no pocas formas de vivir la religión. ¿Por dónde podemos empezar a cambiar la sociedad? ¿Qué podemos hacer para abrir caminos a Dios en el mundo? Muchas cosas, pero nada tan eficaz y realista como compartir lo que tenemos con los necesitados.

¿Alguien se puede imaginar una forma más disparatada de celebrar la «venida de Dios al mundo» que unas fiestas en las que algunos de sus hijos se dedican a comer, beber y disfrutar frívolamente de su bienestar, mientras la mayoría anda buscando algo que comer?
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MES DE  MARÍA
Diciembre 18

Dios humanizado

Miguel Esquirol Vives

Y yo me preguntaba: ¿Qué querrá decir eso de que Dios se hizo hombre? Y me pareció que lo más lógico, -pues la religión debe ser lógica, no en contra de nuestra inteligencia aunque pueda superarla, pero nunca ir en contra de ella-, que el hacerse hombre era humanizarse. Sí, me pareció que eso que llamamos Dios, el Misterio de ese cosmos infinito, el Aliento de futuro, el Ansia de vivir, la Capacidad de amar por encima de nuestro instinto, el Deseo de perfección, de belleza y de eternidad. Se hizo primero agua, tierra y barro, luego sol y luna, y también se hizo planta, se hizo pez y pájaro, es lo que se ha llamado la creación, pues entonces el espíritu de Dios se zambullía en las aguas, como dice la Biblia. Y por fin se hizo niño para llegar a ser hombre y ¿porqué no niña para hacerse mujer? Y todo ello es lo que los cristianos llamamos encarnación.

Y eso es la Navidad. Dios de carne y hueso, lo que nunca nos lo hemos creído del todo y siempre hemos levantado los ojos al cielo para nombrar a Dios o para hablarle y no los hemos dirigido a los demás. Sobre todo si son de otra clase u otra raza o diferentes, ni tampoco lo hemos encontrado dentro de nosotros mismos. Es más fácil y cómodo tener a Dios fuera y acudir a Él según nuestras necesidades e intereses.Y a eso es a lo que somos llamados los seres humanos, esa es nuestra vocación, la misma de Dios, humanizarnos. Pero después de tantos miles o millones de años de estar el ser humano sobre la tierra, seguimos a tientas acertando y equivocándonos en el camino de nuestra humanización. Creyendo que acumulando dinero olvidándose del otro o a costa del otro nos humanizamos. O manipulando al otro o despreciándolo para sentirme más y venciéndolo hasta saborear su derrota. Seguimos mirando sólo nuestro lado, nuestro interés y no el del otro para poder llegar a un acuerdo, preferimos enfrentarnos antes que encontrarnos.

Y ¿cómo se humaniza Dios? Se humaniza haciéndose el otro, poniéndose en la piel del otro, poniéndose en el lugar del otro, comprendiendo al otro. Y si nuestra misión en la vida es humanizarnos para ser felices, ponernos en la piel del otro será el camino para ser felices. Eso será hacerse hombre o mujer, eso será crecer, pero de verdad, no sólo por un crecimiento sólo físico o sólo económico o sólo estético, sino en humanidad completa, Y esta es nuestra misión en el mundo, humanizarlo, humanizar la naturaleza, las cosas, nuestros trabajos, nuestras familias, nuestras relaciones, nuestras estructuras sociales, nuestras ciudades, nuestras vidas. Que nuestras relaciones sean -osificadotas y no- osificadotas y facilitemos y no estorbemos la humanización de los otros, sólo así creceremos nosotros y crecerá el país. Y nuestros hijos crecerán y se humanizarán, estén dentro o fuera de la ventana, si logran ponerse en el lugar del otro.



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MES DE  MARÍA
Diciembre 19

Un bautismo nuevo

José Antonio Pagola

El Bautista habla de manera muy clara: «Yo os bautizo con agua», pero esto sólo no basta. Hay que acoger en nuestra vida a otro «más fuerte», lleno de Espíritu de Dios: «Él os bautizará con espíritu santo y fuego».Son bastantes los «cristianos» que se han quedado en la religión del Bautista. Han sido bautizados con «agua», pero no conocen el bautismo del «espíritu». Tal vez, lo primero que necesitamos todos es dejarnos transformar por el Espíritu que cambió totalmente a Jesús.

¿Cómo es su vida después de recibir el Espíritu de Dios?Jesús se aleja del Bautista y comienza a vivir desde un horizonte nuevo. No hay que vivir preparándonos para el juicio inminente de Dios. Es el momento de acoger a un Dios Padre que busca hacer de la humanidad una familia más justa y fraterna. Quien no vive desde esta perspectiva, no conoce todavía qué es ser cristiano.Movido por esta convicción, Jesús deja el desierto y marcha a Galilea a vivir de cerca los problemas y sufrimientos de las gentes. Es ahí, en medio de la vida, donde se le tiene que sentir a Dios como «algo bueno»: un Padre que atrae a todos a buscar juntos una vida más humana. Quien no le siente así a Dios, no sabe cómo vivía Jesús.También abandona el lenguaje amenazador del Bautista y comienza a contar parábolas que jamás se le hubieran ocurrido a Juan. El mundo debe saber lo bueno que es este Dios que busca y acoge siempre a sus hijos perdidos porque sólo quiere salvar, no condenar. Quien no habla este lenguaje de Jesús, no anuncia su buena noticia.

Jesús deja la vida austera del desierto y se dedica a hacer «gestos de bondad» que el Bautista nunca había hecho. Cura enfermos, defiende a los pobres, toca a los leprosos, acoge a su mesa a pecadores y prostitutas, abraza a niños de la calle. La gente tiene que sentir la bondad de Dios en su propia carne. Quien habla de un Dios bueno y no hace los gestos de bondad que hacía Jesús desacredita su mensaje

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MES DE  MARÍA
Diciembre 20
La Felicidad

Nos convencemos a nosotros mismos de que la vida será mejor después de casarnos, después de tener un hijo, y luego de tener otro, entonces nos sentimos frustrados de que los hijos no son lo suficientemente grandes y que seremos más felices cuando lo sean. Después de eso nos frustramos por que son adolescentes y seguramente seremos más felices cuando salgan de esta etapa. Nos decimos que nuestra vida estará completa cuando a nuestro esposo(a) le vaya mejor, cuando tengamos un mejor auto o una mejor casa, cuando nos podamos ir de vacaciones, cuando estemos retirados.

La verdad que no hay mejor momento para ser felices que ahora. ¿Si no es ahora, cuando? Tu vida siempre estará llena de retos. Es mejor admitirlo y decidir ser felices de todas formas. Siempre esperamos largo tiempo para comenzar a vivir la vida de verdad, siempre habrá algún obstáculo en el camino, algo que resolver primero, algún asunto sin terminar, tiempo por pasar, una deuda que pagar y no nos damos cuenta de que todos estos obstáculos son parte de la vida.

Esta perspectiva nos deja ver que no hay un camino a la felicidad. La felicidad es el camino, así que, atesora cada momento que tienes, y atesóralo más cuando lo compartiste con alguien especial, lo suficientemente especial para compartir tu tiempo, y recuerda que el tiempo no espera por nadie….

Deja de esperar hasta que tengas más dinero, hasta que bajes 10 kilos, hasta que te cases, hasta que tengas hijos, hasta que tus hijos se vayan de casa, hasta que te divorcies, hasta el viernes por la noche, hasta el domingo por la mañana, hasta la primavera, el verano, el otoño, el invierno, o hasta que mueras, para decidir que no hay mejor momento que este para ser feliz…..

La felicidad es un trayecto, no un destino. Trabaja como si no necesitaras dinero, Ama como si nunca te hubieran herido, Y baila como si nadie te estuviera viendo.

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Diciembre 21

Contra la ilusión de inocencia

José Antonio Pagola


La parábola de Jesús es conocida. Un fariseo y un recaudador de impuestos «suben al templo a orar». Los dos comienzan su plegaria con la misma invocación: «Oh Dios». Sin embargo, el contenido de su oración y, sobre todo, su manera de vivir ante ese Dios es muy diferente.Desde el comienzo, Lucas nos ofrece su clave de lectura. Según él, Jesús pronunció esta parábola pensando en esas personas que, convencidas de ser «justas», dan por descontado que su vida agrada a Dios y se pasan los días condenando a los demás.El fariseo ora «erguido». Se siente seguro ante Dios. Cumple todo lo que pide la ley mosaica y más. Todo lo hace bien. Le habla a Dios de sus «ayunos» y del pago de los «diezmos», pero no le dice nada de sus obras de caridad y de su compasión hacia los últimos. Le basta su vida religiosa.Este hombre vive envuelto en la «ilusión de inocencia total»: «yo no soy como los demás». Desde su vida «santa» no puede evitar sentirse superior a quienes no pueden presentarse ante Dios con los mismos méritos.

El publicano, por su parte, entra en el templo, pero «se queda atrás». No merece estar en aquel lugar sagrado entre personas tan religiosas. «No se atreve a levantar los ojos al cielo» hacia ese Dios grande e insondable. «Se golpea el pecho», pues siente de verdad su pecado y mediocridad.Examina su vida y no encuentra nada grato que ofrecer a Dios. Tampoco se atreve a prometerle nada para el futuro. Sabe que su vida no cambiará mucho. A lo único que se puede agarrar es a la misericordia de Dios: «Oh Dios, ten compasión de este pecador».

La conclusión de Jesús es revolucionaria. El publicano no ha podido presentar a Dios ningún mérito, pero ha hecho lo más importante: acogerse a su misericordia. Vuelve a casa trasformado, bendecido, «justificado» por Dios. El fariseo, por el contrario, ha decepcionado a Dios. Sale del templo como entró: sin conocer la mirada compasiva de Dios.A veces, los cristianos pensamos que «no somos como los demás». La Iglesia es santa y el mundo vive en pecado. ¿Seguiremos alimentando nuestra ilusión de inocencia y la condena a los demás, olvidando la compasión de Dios hacia todos sus hijos e hijas?


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MES DE  MARÍA
Diciembre 22
Justicia, consolación y shalom

Meditación de navidad de Jon Sobrino
En nuestra sociedad, occidentalizada, cada vez más globalizada y aburguesada en su ideal de vida, las tradiciones navideñas tienen varios elementos muy conocidos: Santa Claus, luces, árboles, y sobre todo, consumo. No es que todo esté mal, pero esas tradiciones no tienen nada que ver con las tradiciones bíblicas sobre el nacimiento de Jesús de Nazaret. Por otra parte las tradiciones bíblicas, la esperanza de justicia y reconciliación de los bellos relatos de Isaías, y la esperanza del shalom de las narraciones de san Lucas, tampoco tienen nada que ver con las tradiciones navideñas que hoy imperan.Por decirlo en breves palabras, el comercio y el consumo navideño, el mundo de los negocios, no tienen nada que ver con la Biblia, que es palabra de Dios, y con la liturgia, que es la celebración de los cristianos.Que estas cosas puedan cambiar, lo damos prácticamente por imposible y por eso no vamos a hablar más de ello. Pero siempre queda la esperanza de que la palabra de Dios y la celebración de los cristianos nos iluminen y animen.

Justicia: es necesaria y está enterrada, es nítida y está maquillada. A veces con razones aparentemente buenas: “Hoy basta con hablar de solidaridad”, y a veces con razones claramente malas: “Hablar de injusticia es cosa del pasado”. Y sin embargo, no hay navidad cristiana sin hablar de la palabra de Dios, yno hay palabra de Dios sin hablar de justicia. En la liturgia de adviento aparece mucho el profeta Isaías. Precisamente porque Dios se está acercando, Isaías nos dice lo que hay que hacer: “Abran camino a Yahvé. Que todo valle sea elevado y que todo monte y cerro sea rebajado”. Nos dice qué hay que hacer con las “lanzas” –antiguas armas de guerra-, los misiles de hoy: “convertirlos en machetes para trabajar la tierra”. Los salmos nos recuerdan que “la paz y la justicia se besan”, que dejemos de hablar de paz, si no ponemos manos a la obra y construimos un país justo. Las tradiciones mundanas no saben de estas cosas. Comercio y mercado son dioses, y quiera Dios que no sean ídolos que producen víctimas, apoderándose del dinero de los pobres y adormeciendo a todos.

Consolación. Es sumamente necesaria para las mayorías pobres, sin muchas expectativas de vivir una vida digna, a no ser lejos de su tierra. Entre nosotros la situación no es la misma que aquella en que Isaías escribió el capítulo 40 a un pueblo desterrado en Babilonia, muy lejos de Israel. Pero algo se le parece. Con los ojos puestos en esos desterrados, dice Dios a Isaías: “Consuelen, consuelen a mi pueblo”. Cuánta falta hace hoy. Y qué poco se ve de esa consolación honda, más allá de la palabrería barata de estos días, la de los supermercados y la de los políticos. También la que proviene de casas presidenciales y de monarquías solemnes. Y ojalá no sea barata la consolación que llevamos los cristianos.

Shalom. Es paz y es más que paz. San Lucas dice que unos ángeles se aparecieron a los pastores y decían: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”. San Lucas escribía en griego y por eso, para hablar de paz usa la palabra eirene que significa ausencia de violencia, de guerra… todo ello muy bueno y necesario. Pero la palabra hebrea es shalom. Significa un bienestar de los seres humanos entre sí, basado en la justicia y la verdad, y que reverbera en fraternidad y gozo. Y no tiene nada que ver con la pax romana, la quietud resignada que producen los imperios.

De este shalom nada dicen y nada saben los supermercados y similares. Algo –o mucho- puede quedar en algunas tradiciones navideñas de todos los tiempos: el gozo de reunirse en familia. En esos días puede haber incluso signos de reconciliación. Desafortunadamente es todo menos obvio mencionar a Jesús de Nazaret en estos días de navidad. Los supermercados no saben que hacer con él, incluso las iglesias –con frecuencia- se quedan en el “niño Dios”, sin añadir que ese niño llegó a ser el Jesús que salió de su casa, se fue al Jordán a escuchar a Juan y apareció junto con el pueblo para ser bautizado, el que anunció a los pobres la venida del reino, sintió compasión por ellos hasta revolvérsele las entrañas, los sanó y los defendió de sus opresores, se enfrentó con éstos y por ello murió crucificado.

Para los creyentes esto es el abece de nuestra fe, pero puede estar inexplicablemente ausente los días de navidad. No así en las tradiciones navideñas de los Evangelios. Jesús de Nazaret no está ausente. En el Magnificat: “Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada”. El anciano Simeón proclama con gozo que ya puede morir enpaz, pues “sus ojos han visto al salvador que iluminará a todos los pueblos”, y añade que será “señal de contradicción” a fin de que “queden al descubierto las intenciones de muchos corazones”.

Cuando Dios quiere no ser sólo Dios. Los días de navidad son feriados, y ello posibilita el descanso y el acercamiento dentro de la familia. Debiera posibilitar también la reflexión: en definitiva qué somos nosotros si se nos dice que “ese niño es Dios”. La respuesta no es fácil, pues la pregunta introduce a los creyentes en el misterio de Dios. Y a todo el mundo, también a los no creyentes, los relatos de navidad debieran hacerles pensar en qué consiste el misterio de lo humano. Conocemos a muchos hombres y mujeres concretas, y nos conocemos a nosotros mismos. Sabemos de lo bueno y de lo malo de los seres humanos. Sabemos de sus posibilidades y sus limitaciones. Pero lo más hondo nuestro se nos escapa. Y es que navidad dice que en un ser humano se ha hecho presente el misterio de Dios. “En Jesús ha aparecido la benignidad de Dios”, dice la carta a Tito. Los seres humanos estamos transidos de Dios, somos portadores, en carne, pequeña y limitada, del misterio de Dios.

Hoy se ve cómo renace siempre ese misterio de la vida, el misterio de Dios, allí donde hay un gran amor. Cada quien sabrá qué piensa del misterio del ser humano, de ser él y ella hombre y mujer sobre esta tierra. Navidad nos invita a pensarnos desde el misterio de Dios. Y esta audacia de los creyentes está posibilitada por una audacia mayor, que es el mensaje de navidad: Dios puede –y tiene que- ser pensado desde lo humano, porque, antes, decidió “empequeñecerse” y mostrarse en un ser humano como todos nosotros, Jesús de Nazaret.

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MES DE  MARÍA

MES DE  MARÍA
Diciembre 23

¿Niño – Dios?

Juan Luis Herrero del Pozo

La Navidad, ya inminente, invita a muchas cosas, algunas obscenas e hirientes como el desmadre del consumo en honor del Pobre de Yahvé… Pero invita igualmente a la contemplación subversiva ¡Qué duda cabe que en este cambio de época, en que todo se mueve, incluso lo más sagrado (también en el cristianismo) la Navidad debe cesar en su papel de paréntesis en la carrera hacia el caos! Y ello cabalmente me induce a una reflexión áspera en homenaje al “cumpleañero” que recordamos con inmenso afecto, aquel Profeta que asesinaron por lo insoportable de su mensaje. La expresión Niño-Dios sintetiza la forma tradicional de entender a Jesús. Cometiendo un grave anacronismo se interpretó al pie de la letra y como relato histórico aquel metafórico cuadro lírico-épico del llamado “Evangelio de la Infancia”. Los seguidores y seguidoras de Jesús, deslumbrados –con sobrada razón- por el impacto de su desconcertante figura, colocaron en el atrio de su trayectoria humana una reflexión catequética para ensalzarlo por encima del mismísimo César. Lo que para ellos era exordio épico en clave de homenaje de fe lo hemos interpretado nosotros como protocolo histórico de su nacimiento e infancia.

Para Dios nada hay imposible: mejor que cualquier faraón, Emmanuel, el “Dios con nosotros” tiene por padre no a un simple mortal sino al propio Dios. La comunidad creyente inventa un edicto imperial para sustituir la humilde aldea de Nazaret por la “ciudad de David”, el rey fundador. Una señal brilla en el firmamento del lejano Este y pone en movimiento hacia Judea a tres magnates. La corte de Herodes se conmueve y los padres de Jesús retoman el camino del Egipto, refugio primero luego pesado yugo de sus ancestros. También los sencillos pastores reciben su mensaje celeste y convergen con los orientales en la pleitesía al enviado de Dios. Es suficiente para completar el cuadro. De los varios escritos laudatorios, la comunidad desestimó otros más barrocos, trufados de portento, los que denominamos apócrifos,reteniendo sólo el de más frugal grandeza. Completa el cuadro el toque –que hoy consideraríamos de niño repelente- de un Jesús imberbe dando lecciones bíblicas a los sesudos doctores de la capital. Y, por fin, suavizado el tránsito de la ficción a la realidad, el primo de Jesús, el austero Juan, lo introduce en la saga de los grandes profetas, mediante la teofanía del Jordán…

Sobre semejante catequesis poética ¡menudo “belén” hemos montado! Sin duda, nos sirvió durante siglos para suplantar la magia de las celebraciones paganas de invierno. Pero hoy la magia nos devuelve la moneda suplantando a su vez al hijo pobre de María con las orgías del consumo. Y así, entre mito y despilfarro, hemos sacado de quicio la sencilla y razonable realidad. Lo que era atrio poético de la vida de un ajusticiado contribuyó a hacer de Jesús el mayor dios del Olimpo y hoy pretexto de una bacanal. Sin embargo ¿cómo debieron ser las cosas de su infancia? Puesto que el mito no se deja manejar bien, hagamos un simple ejercicio de buen sentido para hacernos una idea de la infancia de Jesús de cuyos casi únicos 30 años de vida apenas disponemos de un solo elemento histórico. De estar vivos aún José y María cuando la comunidad más cercana a ellos comenzó a fabular religiosamente con el “evangelio de la infancia”, ellos fueron de los primeros en aprender a interpretar en clave de fe a su hijo asesinado.

Al admirar estos días a mi primer nieto mamando, he pensado en Jesús: frágil, ausente la mirada, siempre dormido. El contacto con el entorno se hará lentamente y los mayores veremos sonrisa en la primera mueca. Más adelante Jesús correteó con algún vecino, estorbó más que ayudo a su padre en la labor, se sorprendió con esa bola de masa de harina morena que se iba hinchando hasta que María le contó lo de la levadura. Ya adolescente, sintió estremecerse su cuerpo a la vista de alguna muchacha. Transcurrieron los años “en todo semejante a nosotros”. ¿En qué mistificación apoyaría Pablo su salvedad “menos en el pecado”? ¿Ni el más mínimo eco encontró en el interior de Jesús la tentación? No es desdoro que su libertad se construyera, como la de cualquiera, en el esfuerzo titubeante. Nada en el Jesús recién nacido, como en ningún otro humano, estaba predefinido, predestinado ni siquiera por Dios. Jesús no estaba programado. Jesús pudo no llegar a ser lo que devino. Su libertad lo construyó.

Por eso erraba de medio a medio el cardenal Ratzinger cuando, con pretensiones de científico, afirmaba en el 2000 “Según mis conocimientos de biología, una persona trae consigo, desde el comienzo, el programa completo del ser humano, que luego se desarrolla”. Ratzinger confunde en el genoma humano programa e información y se carga obtusamente la libertad. Desde la información de nuestro genoma cada uno de nosotros elabora, crea libremente su propio programa. Ese es precisamente el enigma del niño que contemplamos en la cuna, el de estar abierto a su yo futuro, incierto y abismal. Ahí es donde cabe extasiarse, contemplativo, ante el Niño, y ante cualquier infante: ¿Qué decidirá ser? Ninguna apoteosis, ni ninguna cruz se proyectaban sobre aquel pesebre. Lo de la “espada que te atravesará el corazón” de Simeón a María era o una obviedad o una proyección teológica del futuro sobre el presente. Jesús, pues, ni nace Dios (un cuadrado no es un círculo) ni lo deviene propiamente sino que “es constituido hijo de Dios por la resurrección” (Rom 1,4), desvelando de tal suerte lo que ocurre a cada uno de nosotros en nuestra muerte.

Aprendió a orar de sus padres, descubrió al Dios de Abraham en la sinagoga, asimiló a Yahvé más a la jovialidad de José que a las manos ensangrentadas del Sacerdote del Templo y comenzó a llamarle secretamente “papá”, un papá especial que daba de comer a los pajarillos, granaba las espigas, iluminaba los amaneceres. Todo tan natural, tan sencillo, tan simplemente humano. Colaborador en el hogar, impaciente en alguna ocasión, fiel con los amigos, sensible con las mozas… ¡Todo tan sencillo y humano! Lo que no le impedía rebelarse y protestar contra tanta injusticia y marginación. Al contrario, si por algo comenzó a destacar fue por esto… Y así le fue.

Reflexionando así estos días y reconstruyendo espiritualmente los primero días y años de Jesús he comenzado a reconciliarme con unas fechas que cada año me desazonaban más. Y he podido recuperar un nuevo sentido, el de la verdadera encarnación de Dios que me gusta formular así: Sólo Dios es grande. Lo humano es sólo humano pero cuanto más humano, más divino. Por eso, Jesús fue gran revelador de Dios, por ser plena y cabalmente humano. Si algo específico podemos celebrar en Navidad es que, como en el nacimiento de Jesús, en lo más sencillo e insignificante de nuestra existencia se encierra una gran esperanza de plenitud.


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MES DE  MARÍA

MES DE  MARÍA
Diciembre 24
El Tazón de Madera del Abuelo

El abuelo se fue a vivir con su hijo, su nuera su nieto de cuatro años. Las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban. La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían el alimentarse un asunto difícil. Los guisantes caían de su cuchara al suelo de y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel.

El hijo y su esposa se cansaron de la situación. “Tenemos que hacer algo con el abuelo”, dijo el hijo. “Ya he tenido suficiente. Derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo”. Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un tazón de madera. De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y lo veían sentado sólo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida.

El niño de cuatro años observaba todo en silencio. Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo. Le preguntó dulcemente: “¿Qué estás haciendo?”. Con la misma dulzura el niño le contestó: “Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos”.

Sonrió y siguió con su tarea. Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla. Y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos habían captado el mensaje.

Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa, parecían molestarse más cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.

Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes procesan los mensajes que absorben. Si ven que con paciencia proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitarán esa actitud por el resto de sus vidas.

Los padres y madres inteligentes se dan cuenta que cada día colocan los bloques con los que construyen el futuro de su hijo. Seamos constructores sabios y modelos a seguir. He aprendido que independientemente de la relación que tengas con tus padres, los vas a extrañar cuando ya no estén contigo. He aprendido que aún tengo mucho que aprender. La gente olvidará lo que dijiste, pero nunca lo que hiciste y cómo los hiciste sentir.


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MES DE  MARIA
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MES DE  MARIA
Diciembre 25

Recuerdos de una mañana de Navidad

 No lo creí. Los ángeles tenían cosas más importantes que hacer con su tiempo que observar si yo era un niño bueno o malo. Aun con mi limitada sabiduría de un niño de siete años, había decidido que, en el mejor de los casos, el Ángel sólo podía vigilar a dos o tres muchachos a la vez… y ¿por qué habría de ser yo uno de éstos? Las ventajas, ciertamente, estaban a mi favor. Y, sin embargo, mamá, que sabía todo, me había repetido una y otra vez que el Ángel de la Navidad sabía, veía y evaluaba todas nuestras acciones y que no podíamos compararlo con cualquier cosa que pudiéramos entender nosotros, los ignorantes seres humanos. De todos modos, no estaba muy seguro de creer en el Ángel de la Navidad. Todos mis amigos del barrio me dijeron que Santa Claus era el que llegaba la víspera de la Navidad y que nunca supieron de un ángel que llevara regalos. Mamá vivió en América durante muchos años y bendecía a su nueva tierra como su hogar permanente, pero siempre fue tan italiana como la polenta y, para ella, siempre sería un ángel. “Quién es este Santa Claus?”, solía decir. “Y, ¿qué tiene que ver con la Navidad?”.

Además, debo reconocer que nuestro ángel italiano me impresionaba mucho. Santa Claus siempre era más generoso e imaginativo. Les llevaba a mis amigos bicicletas, rompecabezas, bastones de caramelo y pelotas de fútbol. Los ángeles italianos siempre llevaban manzanas, naranjas, nueces surtidas, pasas, un pequeño pastel y unos pequeños dulces redondos de ‘orosuz’ que llamábamos bottone di prete (botones de sacerdote) porque se parecían a los botones que veíamos en la sotana del padrecito. Además, el Ángel siempre ponía en nuestras medias algunas castañas importadas, tan duras como las piedras. Debo admitir que nunca supe qué hacer con las castañas.

Finalmente se las dábamos a mamá para que las hirviera hasta que se sometieran y luego las pelábamos y las comíamos de postre después de la cena de Navidad. Parecía un regalo poco apropiado para un niño de seis o siete años. A menudo pensé que el Ángel de la Navidad no era muy inteligente. Cuando cuestioné a mamá acerca de esto, ella solía contestar que no me correspondía a mí, “que todavía era un muchachito imberbe”, poner en tela de juicio a un ángel, especialmente al Ángel de la Navidad.

En esta época navideña en particular, mi comportamiento de un nene de siete años era todo menos ejemplar. Mis hermanos y hermanas, todos mayores que yo, por lo visto nunca causaban problemas. En cambio yo siempre estaba en medio de todos los problemas. A la hora de la comida aborrecía todo. Me obligaban a probar un poco “di tutto” y cada comida se convertía en un reto… Felice, como me llamaba la familia, contra el mundo de los adultos. Yo era el que nunca me acordaba de cerrar la puerta del gallinero, el que prefería leer a sacar la basura y el que, sobre todo, reclamaba todo lo que mamá y papá hacían, sentían u ordenaban. En pocas palabras, era un niño malcriado.

Cuando menos un mes antes de la Navidad, mamá me advertía: “Te estás portando muy mal, Felice. Los ángeles de la Navidad no llevan regalo a los niños malcriados. Les llevan un palo de durazno para pegarte en las piernas. De modo que – me amenazaba – más vale que cambies tu comportamiento. Yo no puedo portarme bien por ti. Sólo tu puedes optar por ser un buen niño”.

“¿Qué me importa? – contestaba yo - . De todos modos el ángel nunca me trae lo que quiero”. Y durante las siguientes semanas hacía muy poco para «mejorar mi comportamiento».

Como sucede en la mayoría de los hogares, la Nochebuena era mágica. A pesar de que éramos muy pobres, siempre teníamos comida especial para la cena. Después de cenar nos quedábamos sentados a la mesa, que era el centro de nuestras vidas y hablábamos y reíamos y escuchábamos cuentos. Pasábamos mucho tiempo planeando la fiesta del día siguiente, para la cual nos habíamos estado preparando toda la semana. Como éramos una familia católica, todos íbamos a confesarnos y después nos dedicábamos a decorar el árbol. La noche terminaba con una pequeña copa del maravilloso zabaglione de mamá. ¡No importaba que tuviera un poco de vino; la Navidad sólo llegaba una vez al año!

Estoy seguro de que sucede con todos los niños, era casi imposible dormir en la Nochebuena. Mi mente divagaba. No pensaba en las golosinas, sino que me preocupaba seriamente la posibilidad de que el ángel de la Navidad no llegara a mi casa o que se le acabaran los regalos. Me emocionaba mucho la posibilidad de que Santa Claus olvidara que éramos italianos y de cualquier modo nos visitara sin darse cuenta de que el Ángel ya me había visitado. ¡Así recibiría el doble de todo!

¿Por qué sucede que en la mañana de Navidad, por poco que se duerma la noche anterior, nunca resulta difícil despertar y levantarnos? Así ocurrió esa mañana en particular. Fue cuestión de minutos, después de escuchar los primeros movimientos, para que todos nos levantáramos y saliéramos disparados hacia la cocina y el tendedero donde estaban colgadas nuestras medias y debajo de éstas se encontraban nuestros brillantes zapatos recién lustrados.

Todo estaba tal como lo habíamos dejado la noche anterior. Excepto que las medias y los zapatos estaban llenos hasta el tope con los generosos regalos del Ángel de la Navidad… es decir, todos excepto los míos. Mis zapatos, muy brillantes, estaban vacíos. Mis medias colgaban sueltas en el tendedero y también estaban vacías, pero de una de ellas salía una larga rama seca de durazno.

Alcancé a ver las miradas de horror en los rostros de mi hermano y mis hermanas. Todos nos detuvimos paralizados. Todos los ojos se dirigieron hacia mamá y papá y luego regresaron a mí.

- Ah, lo sabía – dijo mamá -. Al Ángel de la Navidad no se le escapa nada. El Ángel sólo nos deja lo que merecemos.- Mis ojos se llenaron de lágrimas. Mis hermanas trataron de abrazarme para consolarme, pero las rechacé con furia.

- No quería esos regalos tan tontos – exclamé -. Odio a ese estúpido Ángel. Ya no hay ningún Ángel de la Navidad.

Me dejé caer en los brazos de mamá. Ella era una mujer voluminosa y su regazo me había salvado de la desesperación y de la soledad en muchas ocasiones. Noté que ella también lloraba mientras me consolaba. También papá. Los sollozos de mis hermanas y los lloriqueos de mi hermano llenaron el silencio de la mañana. Después de un rato, mi madre dijo, como si estuviera hablando con ella misma:

- Felice no es malo. Sólo se porta mal de vez en cuando. El Ángel de la Navidad lo sabe. Felice sería un niño bueno si hubiera querido, pero este año prefirió ser malo. No le quedó alternativa al Ángel. Tal vez el próximo año decida portarse mejor. Pero, por el momento, todos debemos ser felices de nuevo.

De inmediato todos vaciaron el contenido de sus zapatos y medias en mi regazo.

- Ten – me dijeron -, toma esto.- En poco tiempo otra vez la casa estaba llena de alegría, sonrisas y conversación. Recibí más de lo que cabía en mis zapatos y medias.

Mamá y papá habían ido a misa temprano, como de costumbre. Juntaron las castañas y empezaron a hervirlas durante muchas horas en una maravillosa agua llena de especias y había otra olla hirviendo entre las salsas. Los más delicados olores surgieron del horno como mágicas pociones. Todo estaba preparado para nuestra milagrosa cena de Navidad.

Nos alistamos para ir a la iglesia. Como era su costumbre, mamá nos revisó, uno por uno; ajustaba un cuello aquí, tiraba del cabello por allá, una caricia suave para cada uno… Yo fui el último. Mamá fijó sus enormes ojos castaños en los míos.

- Felice – me dijo -, ¿entiendes por qué el Ángel de la Navidad no pudo dejarte regalos – Sí – respondí.

- El Ángel nos recuerda que siempre tendremos lo que merecemos. No podemos evadirlo. Algunas veces resulta difícil entenderlo y nos duele y lloramos. Pero nos enseña lo que está bien hecho y lo que está mal y, así, cada año seremos mejores.

No estoy muy seguro de haber entendido en aquellos momentos lo que mamá quiso decirme. Sólo estaba seguro de que yo era amado; que me habían perdonado por cualquier cosa que hubiese hecho y que siempre me darían otra oportunidad. Jamás he olvidado aquella Navidad tan lejana. Desde entonces, la vida no siempre ha sido justa ni tampoco me ha ofrecido lo que creí merecer, ni me ha recompensado por portarme bien. A lo largo de los años he llegado a comprender que he sido egoísta, malcriado, imprudente y quizá, en ocasiones, hasta cruel… pero nunca olvidé que cuando hay perdón, cuando las cosas se comparten, cuando se da otra oportunidad y amor sin límite, el Ángel de la Navidad siempre está presente y siempre es Navidad.

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MES DE  MARÍA
MES DE  MARÍA
Diciembre 26

Un sueño de Navidad.
Guillermo Tribín Piedrahita

   La noche tenía un Cielo brillante. Las estrellas habían salido en alegres grupos para iluminarlo y advertir y precisar ante los habitantes de la tierra que era la víspera de la Navidad, por lo que nadie podía tener amarguras, ni peleas, ni guerras. Se acercaba el Nacimiento de Jesús, la mejor noticia que el Mundo iba a recibir por los siglos de los siglos. Era, en cierta forma, el mensaje de paz por los hombres que habían olvidado que muy jóvenes, desde su nacimiento, habían creado un núcleo denominado Familia, que con el paso de los años se estaba desintegrando, con lo cual los grandes valores morales y éticos, dolorosamente, se escabullían.

    También ese Cielo tan preciosamente iluminado quería despertar la conciencia de tantos y tantos jóvenes –hombres y mujeres-  sumidos en la más tremenda oscuridad porque una vez, pese a las numerosas advertencias, ingresaron en el mundo de las drogas. Y a muchísimos les costaba salir luego de ellas. Y, generalmente, pasaban a convertirse en delincuentes porque su adicción les obligaba a matar o a robar.  

Quería también el Cielo dar una luz de esperanza para  millones de personas víctimas del racismo y la xenofobia, por el color de su piel, por su procedencia, por su condición económica débil, para que tuvieran un hálito de paz y pensaran que un día no muy lejano serían bien recibidos y desaparecerían todas las persecuciones, los malos y despectivos tratos, las mofas y podrían trabajar y establecerse en países que no eran los suyos para ayudar a crear riquezas y poder subsistir decorosamente.

    La víspera del Nacimiento del Niño Dios, un Cielo tan resplandeciente, pretendía indicar que todas las religiones eran igualmente respetables y que en nombre de ninguna de ellas se podía incitar al crimen, al terrorismo, a la violencia porque, precisamente Dios, creó al mundo para que la gente se entendiese mediante la palabra, queriendo decir que iban a desaparecer las desigualdades sociales; que los hombres y mujeres de buena voluntad contarían con los recursos indispensables para su supervivencia. Así se conseguiría que la felicidad fuera la norma general que todos contarían con una vivienda digna, con eficientes sistemas de salud y de educación, sin prejuicios sociales ni discriminaciones.

En cada uno de sus reflejos luminosos traía un mensaje específico para que se acabaran las guerras; para que la familia volviera a ser  ese gran núcleo compacto donde predominase el diálogo, como símbolo de unidad; para que nunca más hubiese drogas malignas y se eliminaran para siempre. Para que el blanco, el negro, el amarillo y todas las razas pacíficamente  convivieran ayudándose unas a otras; para que en todo el mundo las diferencias entre los seres humanos encontraran la solución mediante el diálogo.

    Pero, desafortunadamente todo era un sueño. Tuve que despertar y encontrarme con  la realidad, con esa cruda realidad, que muchas veces, con gesto dolorido, remueve las entrañas ante tantos hechos dolorosos, tristes, injustos y amargos que se viven a diario.  Durante la noche la lluvia y la tierra se habían entremezclado y el Cielo había estado permanentemente a oscuras. Mi mente había ideado un mundo digno. Un mundo construido para el ser humano. Un mundo, sin embargo, destruido por el propio ser humano, debido a su egoísmo, a no saber alejar de su corazón las malas obras y la cizaña y  por tener abierta su mente y su pensamiento para el mal cerrándole todas sus puertas al bien. ¡Pero, a veces, los sueños se hacen realidad!


MES DE  MARIA

MES DE  MARIA
Diciembre 27
La imprevisibilidad de cada vida

Hugo Mujica

Vivir, es prometerse vida, anticiparse a uno mismo. No parece posible, no lo es, vivir sin proyectar, sin anticipar, y cada anticipación es algo así como un salto en el vacío, un salto hacia lo que aún no es, el salto que hace posible que lo que no es sea. Contar con lo que aún no es, es otra cosa que calcular o predecir: es arriesgar, apostar. El juego y el arte son escenificaciones y celebraciones de lo que toda vida tiene de imponderable, de imprevisible. La vida tiene, es, una imprevisibilidad irreducible a cualquier cuenta, a cualquier certeza. La existencia es un tiempo de riesgo: es el espacio temporal que permite el juego de las decisiones, que permite la movilidad, la transformación. El crecimiento.

La vida es actuación, no ensayo. Nacemos sin saber cómo se vive y morimos cuando ya no tenemos tiempo para vivir como aprendimos a hacerlo. Las cosas más importantes ni se enseñan ni se aprenden antes de hacerlas, tampoco, en general, dan el tiempo de programarlas y controlarlas: llaman a responder, no a calcular. Cada respuesta, cada riesgo, es una experiencia, no una repetición, y por eso mismo es una creación. Un acto irrepetible e individual, siempre provisorio e inconcluso, siempre abierto.

“No se puede tener paz evitando la vida”, reprocha en algún lugar Virginia Wolf a los que la quieren “proteger” de la incertidumbre de sí misma. Ni paz ni seguridad sin lo imponderable. La falta de certeza es una falta que suma: lo imprevisible es el espacio, la anchura, que tiene lo previsible para ser más que lo que se previó, para enriquecerse de novedad, de alteridad. Lo imprevisto, lo incierto, el riesgo, son nombres de la flexibilidad, la ductilidad; del momento de apertura de las posibilidades sin las cuales serían impensables tanto las innovaciones como la evolución, el crecimiento de la creación. Cuanto más asegurada está una vida más encerrada está, menos vida es; menos espacio abierto tiene para respirar, para aletear. Si vivir es anticipar, el anticipar produce temeridad: el miedo de abandonar lo que se es por lo que se puede ser: de avanzar. Para nuestra cultura vivir es controlar, dominar; dominando, controlando, nos sentimos seguros, aseguramos que nada quede fuera de control, aunque lo que quede fuera sea lo que en la vida escapa a todo control: lo que tiene de novedad, lo que solo en libertad llega a nacer. Bajo el mito de la seguridad, nuestras decisiones, las que tomamos, las que son aplaudidas, tienen como meta no tener que tomar nuevas decisiones, no volver a decidir. Soñamos con lo estable, con lo que nos libere para siempre de la ansiedad de decidir, de los riesgos de asumir… Soñamos, sin saberlo, con la muerte.

El juego nos atrae porque está tan abierto a la victoria como a la derrota: nos atrae su riesgo, su imprevisibilidad. Sin ese riesgo cualquier juego, cualquier vida, sería un simulacro de vivir, una parodia. Asumir este riesgo es asumir el coraje y la tensión de vivir. Asumirlo, es asumir la gravedad de la vida: su dignidad.

La vida no es claridad, es penumbra, su luz no es la del mediodía sino la del amanecer, la que insinúa, promete. Más que dejarse ver se deja adivinar, presentir; esa penumbra, parece desmentir cualquier tentativa de creer que lo ya vivido y sabido la puede explicar. Que cualquier explicación la puede agotar.

Lo que la vida tiene para darnos es lo que ella aún no es: ese espacio abierto en el que nos invita a nacer, ese riesgo que nos llama a recorrer.

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MES DE  MARIA
Diciembre 28

La puerta del Cielo

Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un enorme árbol, cayó un rayo y los tres murieron fulminados. Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo y prosiguió su camino con sus dos animales; a veces los muertos tardan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición…

La carretera era muy larga, colina arriba, el sol era muy fuerte estaban sudados y sedientos. En una curva del camino vieron un portal magnífico, todo de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro, en el centro de la cual había una fuente de donde manaba un agua cristalina. El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada.

-Buenos días.

-Buenos días – Respondió el guardián.

-¿Cómo se llama este lugar tan bonito?

- Esto es el Cielo.

- Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos

- Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera

- Y el guardián señaló la fuente.

- Pero mi caballo y mi perro también tienen sed…

- Lo siento mucho – Dijo el guardián- pero aquí no se permite la entrada a los animales.

El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo; dio las gracias al guardián y siguió adelante. Después de caminar un buen rato cuesta arriba, exhaustos, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puertecita vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles.

A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero, posiblemente dormía.

- Buenos días – dijo el caminante.

El hombre respondió con un gesto con la cabeza.

- Tenemos mucha sed, yo, mi caballo y mi perro.

- Hay una fuente entre aquellas rocas – dijo el hombre, indicando el lugar – Podéis beber tanta agua como queráis.

El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed. El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre.

- Podéis volver siempre que queráis – Le respondió-

- A propósito ¿Cómo se llama este lugar?

- Cielo.

- ¿El Cielo? ¿Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!

- Aquello no era el Cielo, era el Infierno.

El caminante quedó perplejo.

- ¡Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡Esta información falsa debe de provocar grandes confusiones!

- ¡De ninguna manera! En realidad, nos hacen un gran favor, Porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos…




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MES DE  MARIA



MES DE  MARIA
Diciembre 16

El Dios de los perdidos

Jesús buscaba sin duda la «conversión» de todo el pueblo de Israel. Nadie lo dudaba. Entonces, ¿por qué perdía el tiempo acogiendo a prostitutas y recaudadores, gente al fin y al cabo indeseable y pecadora? ¿Por qué se despreocupaba de los que vivían en el marco de la Alianza y se dedicaba tanto a un pequeño grupo de perdidos y perdidas? Jesús respondió con varias parábolas. Quería meter en el corazón de todos algo que llevaba muy dentro. Los «perdidos» le pertenecen a Dios. Él los busca apasionadamente y, cuando los recupera, su alegría es incontenible. Todos tendríamos que alegrarnos con él.

En una de las parábolas habla de un «pastor insensato» que ha perdido una oveja. Aunque está perdida, aquella oveja es suya. Por eso, no duda en salir a buscarla, abandonando en el campo» al resto del rebaño. Cuando la encuentra, su alegría es indescriptible. «La carga sobre los hombros», en un gesto de ternura y cariño, y se la lleva a casa. Al llegar, invita a sus amigos a compartir su alegría. Todos le entenderán: «He encontrado la oveja que se me había perdido».La gente no se lo podía creer. ¿No es una locura arriesgar así la suerte de todo el rebaño? ¿Acaso una oveja vale más que las noventa y nueve? ¿Puede este pastor insensato ser metáfora de Dios? ¿Será verdad que Dios no rechaza a los «perdidos», sino que los busca apasionadamente? ¿Será cierto que el Padre no da a nadie por perdido?La parábola explica muy bien por qué Jesús busca el encuentro con pecadores y prostitutas. Su actuación con las «ovejas perdidas» de Israel hace pensar. ¿Dónde se mueven hoy los pastores llamados a actuar como Jesús? ¿Dentro del redil o junto a las ovejas alejadas? ¿Cuántos se dedican a escuchar a los «perdidos», ofrecerles la amistad de Dios y acompañarlos en su posible retorno al Padre?

Nosotros somos más «sensatos» que Jesús. Para nosotros, lo primero es cuidar y defender a los cristianos. Luego, gritar desde lejos a toda esa gente perdida que vive al margen de la moral que predicamos. Pero entonces, ¿cómo podrán creer que Dios no los está condenando desde lejos sino buscando desde cerca?



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