MEDITACIÓN
No.
549 LA SABIA VOZ DEL VACÍO
Diciembre
13
LA
SABIA VOZ DEL VACÍO
El
lama impartía enseñanzas a los monjes y novicios del monasterio.
Siguiendo
la doctrina del Buda, ponía especial énfasis en captar la transitoriedad de
todos los fenómenos, así como de aquietarse, retirarse de los pensamientos y,
en meditación profunda, percibir en el glorioso vacío interior la voz de la
mente iluminada. Mostraba métodos muy antiguos a sus discípulos para que
pudieran apartarse del pensamiento y
vaciar la mente de inútiles contenidos.
-Vaciaos,
vaciaos - exhortaba incansablemente a los discípulos. Así un día y otro día,
con la misma insistencia que las aguas fluyen en el seno del río o el ocaso
sigue al amanecer.
-Vaciaos,
vaciaos.
Tanto
insistiera en ello, que algunos discípulos acudieron a visitar al maestro y le
dijeron respetuosamente: - Venerable maestro, en absoluto ponemos en duda la
validez de tus enseñanzas, pero...
-
¿Pero?- preguntó el lama con una sonrisa en los labios.
-¿Por
qué pones tanto énfasis en que nos vaciemos? ¿Acaso, respetado maestro, no
acentúas demasiado ese aspecto de la enseñanza?
-
Me gusta que me cuestionéis - dijo el lama-. No quiero que aceptéis nada que no
sea sometido al escrutinio de vuestra inteligencia primordial.
-Ahora
debo llevar a cabo sin demora mi práctica meditacional, pero solicito que todos
vosotros os reunáis al anochecer conmigo en el santuario.
-Eso
sí, queridos míos, quiero que cada uno de vosotros traiga consigo un vaso lleno
de agua.
Los
discípulos disimularon como pudieron su asombro e incluso alguno de ellos se
vio obligado a sofocar la risa.
¿Será
posible? O sea, que su maestro les pedía algo tan ridículo como que todos ellos
fueran al santuario portando un vaso lleno de agua. ¿Se trataría de algún rito
especial?
¿Sería
una ofrenda que iban a hacer a alguna de las deidades? Fue transcurriendo el
día con lenta seguridad.
Los
discípulos no dejaban de conjeturar sobre la extraña solicitud del maestro.
Unos
aventuraban si no se trataría de una ceremonia especial en honor de la
misericordiosa Tara; otros pensaban que tal vez era que el lama les iba a hacer
leer durante toda la noche las escrituras y que el agua era para evitar la
excesiva sequedad de boca; otros confesaban no tener la menor idea del por qué
de la insólita petición del lama.
El
sol, anaranjado-oro, se comenzaba a ocultar tras los inmensos picos que se
divisaban a lo lejos. Los discípulos tomaron cada uno de ellos un vaso y lo
llenaron de agua. Luego, ansiosos por desvelar el misterio, fueron hasta el
santuario y se presentaron ante el maestro.
-Bueno
chicos - dijo el maestro riendo con su excelente humor-. Ahora vais a hacer
algo muy simple. Golpead los vasos con cualquier objeto.
-Quiero
escuchar el sonido, la música capaz de brotar de vuestros vasos.
Los
discípulos golpearon los vasos. De los mismos no brotó más que un feo sonido
sordo, desde luego nada musical.
Entonces
el maestro ordenó: - Ahora, queridos míos, vaciad los vasos y repetid la
operación.
Así
lo hicieron los monjes. Vaciados los vasos, golpearon en ellos y surgió un
sonido vivo, intenso, musical.
Los
discípulos miraron al lama interrogantes. El lama esbozó una sonrisita amorosamente
pícara y se limitó a decir: - Vaso lleno no suena; mente atiborrada no luce. Os
deseo felices sueños.
Los
discípulos, un poco avergonzados, comprendieron al momento.
Nunca
habrían de olvidar aquello de "vaso lleno no suena".
"Cuando
eliminamos los densos nubarrones de ignorancia de la mente, en el vacío
original de la misma surge el revelador sonido de la iluminación."
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Cursillista M. E. Winston Pauta Avila
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